Domingo, 4 de enero de 2015
 

RATIO IURIS

Camino a las subnacionales

Camino a las subnacionales

Cayo Salinas

Dos cosas quedaron claras una vez se produjo el cierre de inscripción de candidatos: la oposición al MAS sigue totalmente desarticulada y presa de desaciertos, inexperiencia, contradicciones y preeminencia de intereses personales y el partido de gobierno, pese a la aparición de voces disonantes en algunas regiones –dato no menor con miras al futuro– podrá afrontar la justa electoral con la certeza de un voto duro y orgánico no menor al treinta por ciento. Es evidente que la apuesta del MAS estuvo centrada –esencialmente en las capitales de departamento– en la búsqueda de candidatos con el perfil que le permita conquistar a sectores de clase media, profesionales y bolsones de ciudadanos de los cuales es posible esperar un no aparcamiento a la línea oficialista. Ciertamente el voto duro no se concentra en este espacio, de ahí que los candidatos propuestos por el MAS tengan hoy diversos perfiles, tanto académicos como profesionales, y que los opositores se hayan preocupado de conquistar, cada cual bajo su óptica, a representantes de sectores gremiales, laborales, etc.
El propósito en ambos casos pareciera estuvo dirigido a buscar gente con cierto grado de popularidad, independientemente de si ese candidato cuenta o no con la experiencia y talla suficiente como para asumir el control, dirección y comando de una gobernación o alcaldía.
Bajo ese parámetro también se obró años atrás, y los resultados desde el punto de vista de la gestión no fueron de los mejores. Ahí radica la causa, por ejemplo, del cambio de timón del MAS en la elección de sus candidatos. Y es que el control de gobernaciones y alcaldías tiene un doble significado. Independientemente de la natural pugna por espacios de poder y de la necesidad –para opositores y oficialista– de ejercerlo, lo que se traduce en pegas para sus militantes, el incumplimiento (o no) de presupuestos y la posibilidad de la reversión de recursos económicos ante la caída del precio del petróleo, es apetitosa bajo la óptica del gobierno central. Hacerlo con gobernadores y alcaldes del MAS muestra un mejor panorama si acaso aquellos no lo fueran.
Por eso anoto que siendo vital para el gobierno el control de la mayoría de las gobernaciones y alcaldías en el país, y para la oposición la obligación de no perder el control en lugares como Santa Cruz o Beni y como no, de procurar expandir su radio de influencia más allá de sus funestas contradicciones a la hora de hacer una lectura cabal de los hechos, las futuras elecciones subnacionales pueden configurar un nuevo escenario con dos variantes. La primera, la consolidación del ejercicio del poder por el gobierno no solo a nivel nacional sino departamental y municipal, con el control absoluto de alcaldías y gobernaciones en los principales departamentos del país o, en cambio, la posibilidad de que la oposición –aun fragmentada– pueda arrebatarle al MAS alguna alcaldía o gobernación lo que permitirá diseñar un mapa político diferente.
De ocurrir lo primero, el MAS garantiza un quinquenio libre de escollos. De acontecer lo segundo, el desafío es doble. El opositor, con poder regional en las manos, puede dar curso al nacimiento de un instrumento con posibilidad de convertirse en uno nacional, o puede desaparecer por sus debilidades, limitaciones y ausencia de un modelo ideológico que esté más allá del simple apetito por ganar una elección. La radiografía actual: un MAS totalmente abierto a sectores no masistas por naturaleza y una oposición miope que se juega su última posibilidad.