Domingo, 4 de enero de 2015
 
Bolivia, estado federal (¿?)

Bolivia, estado federal (¿?)

Juan José Bonifaz B.

Faltan diez años para el Bicentenario de la República, y Chuquisaca, núcleo de la nación boliviana, tiene la obligación moral de promover un debate nacional, sobre los logros y los fracasos del centralismo, la “descentralización” y el futuro nacional.
La universidades (¿?) tienen recursos para la investigación y son llamadas a dar pautas sobre qué hacer en Bolivia después de 2 siglos de fiascos entre oportunismos autoritarios y seudo-democracias sin resultado. Existen prestigiosas fundaciones, centros de investigación y otras instituciones de carácter nacional que pueden cooperar con solvencia y patriotismo en la realización del evento.
Personalmente creo que el nuevo Siglo nos impulsa a analizar con seriedad y conciencia el federalismo en Bolivia. El federalismo como propuesta, tiene también una larga historia e iguales riesgos que el centralismo. Recordar –por ejemplo– los debates acalorados de las sesiones parlamentarias de fines de 1898, sobre todo relativas a la transformación de Bolivia en un Estado Federal, contra el centralismo de Chuquisaca en ese tiempo.
La Paz fue la que con mayor impulso abanderó la idea para después acabar fortaleciendo el Poder Central y un centralismo secante hasta nuestros días. Esa fue la razón esgrimida para separarse de ese poder centralista: “queremos formar cuerpo autónomo con leyes propias, decían, queremos ser grandes mediante nuestro trabajo”, etc. El diputado paceño Quintín Barrios exclamaba: “Hay una idea, una idea que empieza a germinar, ahora se levanta el pueblo de La Paz y proclama la federación no como un mero incidente sino como una realidad que se ostenta en el horizonte de la patria”…A poco más de un mes de iniciadas las sesiones, el 26 de septiembre de 1898, el diputado paceño Isaac S. Campero lanzó el primer rayo en la tormenta, leyendo un proyecto de Ley de necesidad de la reforma constitucional para declarar a Bolivia una República Federal Representativa, donde los departamentos se transformarían en los Estados Unidos de Bolivia. Hay muchas iniciativas que surgen de todo el país y reclaman estudiar esta propuesta.
Ahora que el país se ha tornado plurinacional, disgregado en naciones, pueblos originarios, y, fracasado el proceso de autonomías, surge la necesidad de fortalecer el Estado boliviano, siendo para ello pertinente pensar en la federación sobre la base de las regiones. El nivel departamental es insuficiente para resolver sus problemas y parece necesario consolidar regiones con vecindad geográfica, población y potencialidades, para promover el desarrollo, la complementación y el equilibrio nacional.
Las autonomías y los procesos de descentralización no han sido asimilados por la falta de espíritu democrático de los gobiernos siempre mezquinos a permitir que los departamentos, municipios y regiones jueguen su destino. Los gobiernos, a su turno, han mostrado una actitud centralista, hipócrita y oportunista que encuentra eco en mayorías pobres e ignorantes.
El esfuerzo debe empezar por crear regiones agrupando departamentos, así podríamos abrir nuevas e interesantes oportunidades. Este país concentra su inversión en un eje central, relegando regiones a una segunda categoría y al riesgo de convertirse en marginales, sin tomar en cuenta su aporte a la economía nacional.
Las regiones en Bolivia tienen lógicas de desarrollo e integración diferenciadas, por ejemplo La Paz jala al Perú su socio de marras; el Sur, tiene otros vecinos cuyos intereses son más afines a su localización; por su parte el Oriente tiene también sus socios e intereses. Las autonomías departamentales, no son por tanto, una solución para los desequilibrios regionales, y promover la federalización con sentido moderno y democrático puede ser una alternativa que deje atrás dos siglos de frustración y fracaso.