Domingo, 11 de enero de 2015
 

EDITORIAL

Brasil, la vecina potencia

Brasil, la vecina potencia



Bien haría al país en diseñar una política de relacionamiento a largo plazo con Brasil, lo que exige, como primera condición, superar provincialismos ideológicos

La posesión de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil ha sido la oportunidad para que, sin desconocer los problemas internos que atraviesa esa gran nación, anuncie el papel que cumplirá su país en el mundo interdependiente ejerciendo su rol de quinta potencia mundial.
No se trata de frases grandilocuentes. Brasil ya ha hecho escuchar su voz, aunque, como toda potencia emergente, resta aún mucho para consolidarse como tal y participar en las condiciones que exhiben las otras potencias que tienen voz decisiva, aunque ya no dominante, en el escenario internacional.
Sin embargo, Brasil muestra problemas estructurales que se convierten en obstáculos para el ejercicio pleno de su cualidad de potencia. La reelecta mandataria ha tenido la virtud de reconocerlos, requisito sine qua non para resolverlos, pero también ha dejado entrever lo complejo que es enmendarlos. La pobreza sigue siendo el problema fundamental, junto con la falta de equidad social pese a los esfuerzos que desde hace décadas se realiza por la inclusión. El otro es la corrupción estructural que ha logrado afectar al aparato estatal en sus diferentes niveles y la incapacidad de ponerle coto por la implicación en ella de buena parte de su sistema político.
En la medida en que Brasil no pueda enfrentar ambos problemas y en un tiempo relativamente corto, su voz siempre tendrá un rasgo de debilidad que impedirá el despliegue de todo su potencial.
En el campo internacional, la mandataria brasileña ha reiterado que su prioridad es la región, lo que constituye otro desafío importante. Demás está decir que su liderazgo en América del Sur es ampliamente reconocido. Empero, esta comprensión se aminora a medida que se avanza hacia el centro y el norte de América y el Caribe, donde ha sufrido experiencias fallidas que probablemente ahora tratará de superar, más aún si la crisis que se está viviendo en esas regiones es profunda
Tener a Brasil con esas características tan cerca exige a Bolivia responder, a su vez, a varios desafíos. No es fácil, como muestran muchas experiencias, ser vecino de una potencia. Más aún si con ella se mantiene una frontera extensa, es nuestro principal mercado del gas, hay muchos factores de fricción y un desequilibrio en nuestros márgenes de desarrollo. Por tanto, será fundamental aprender a lidiar con esos factores para que podamos beneficiarnos y no perjudicarnos de esa cercanía.
Hasta ahora el país no ha podido elaborar una política estatal de relacionamiento con Brasil. Nuestra actuación ha dejado mucho que desear porque ha sido fundamentalmente reactiva e improvisada frente a problemas de coyuntura. A la inversa, Brasil sí tiene una visión de largo plazo lo que le permite, además, dar muestras de paciencia que, al parecer, no son debidamente comprendidas.
Por esa razón, bien haría el país en reflexionar sobre este tema y, en forma profesional, diseñar una política de relacionamiento a largo plazo con Brasil, lo que exige, como primerísima condición, superar provincialismos ideológicos. (Reedición)