TAL COMO LO VEO
Política y amor
Política y amor
Waldo Peña Cazas.-. Un rápido repaso de la historia reciente, me lleva a una conclusión paradójica: la política y el amor están en extremos opuestos; pero sus protagonistas usan técnicas similares, envilecen ambas esferas y fracasan rotundamente.
Pasados los turbulentos años de la Revolución Nacional, la política en Bolivia se puso cada vez más peligrosa, como para temblar, con brutales dictadores de opereta, fatalmente destronados por la farsa democrática, amenizada en cierto momento por un político agringado y lleno de picardía criolla que cautivó a las multitudes despistadas. Llegó un momento en que el gonismo fue más importante que el movimientismo, pero luego soplaron vientos de cambio con el ascenso político y social de una masa humana antes preterida y, por tanto, mal preparada para administrar un país.
El MAS creció tanto que hoy está amenazado por su propio gigantismo, condenado a la extinción como las grandes bestias del Jurásico. Así, las próximas elecciones serán una mufa, como para bostezar, pues todos los políticos emergentes quieren ser gobernadores o alcaldes, la vieja “clase” política pretende volver a las andadas, y los ciudadanos comunes están obligados a optar entre una u otra calamidad.
Todo parece indicar que esta vez la campaña electoral será pesada, fastidiosa, muy reñida entre los fracasados políticos de ayer y los de hoy, en rápido desbande. Ya no tendremos los chistes baratos que Goni repetía como suyos, pero sí las payasadas de los candidatos masistas.
En el trasfondo, está el fracaso de Evo Morales. ¿En qué falló el nuevo líder? El gran secreto de los actores de la escena política es el mismo de los grandes casanovas y libertinos: saber conquistar la admiración y el cariño de sus víctimas, para lo cual sólo se requiere audacia y desfachatez. Pero una cosa es conquistar y otra es saber conservar lo conquistado, lo cual exige honestidad e inteligencia. La política y el amor tienen un nutriente común: la confianza, aunque no se la merezcan. Moralinas aparte, los políticos pueden ser solapados como Richelieu y los amantes mentirosos como Pinocho, pero de su habilidad o de su torpeza depende mantener encendida la pasión que despiertan. Lo peor que pueden hacer los políticos y los galanes es decepcionar a sus “fans”. Desenmascarados, ya no inspiran confianza, y cataplum.
Evo emergió como consecuencia de la debacle gonista, que estaba en sus últimos aleteos. Así como su antecesor encarnaba los arquetipos del mercado y de la libre empresa alentados por el Nuevo Orden Mundial, después del estrepitoso derrumbe de la URSS, Evo Morales sedujo fácilmente al electorado con la figura del campesino preterido y reivindicador. Seguido por una enorme masa imberbe, ofreció el cielo y la tierra y conquistó al electorado como a una ingenua doncella enamorada. Le favoreció el alto precio de las materias primas, pero no supo aprovechar la coyuntura, y hoy malos vientos amenazan la economía nacional.
¿Qué puede hacer una Dulcinea desengañada? La opinión pública se ilusionó igual que una quinceañera enamorada, soñando con reformas trascendentales, grandes inversiones extranjeras, conquista de la modernidad, diversificación de la economía, industrialización, etc. Se puede amar a quien ofrece mucho, pero la decepción provoca peligrosas enemistades. Las amantes engañadas se niegan a aceptar la verdad, pero tarde o temprano abren los ojos. Igual que las mujeres cornudas, los fanáticos militantes se resisten a admitir verdades dolorosas, hasta que el mal olor de las ollas destapadas cunde por todas partes. Muchos se obstinaban en taparse ojos y narices.
Es como para avinagrarle el carácter a cualquiera.
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