Martes, 13 de enero de 2015
 

EDITORIAL

Venezuela, sin tabla de salvación

Venezuela, sin tabla de salvación



A punto de concluir la última gira del presidente Nicolás Maduro, las proyecciones inmediatas de la economía venezolana no pueden ser más sombrías

Una serie de noticias provenientes de Venezuela y de los países que han sido visitados por Nicolás Maduro durante los últimos días en una gira emprendida con el expreso propósito de conseguir una tabla de salvación para evitar el colapso final de la economía de ese país, han vuelto a confirmar que, a pesar de la lentitud con que se produce, la agonía del “Socialismo del Siglo XXI” aparece como irreversible.
La última esperanza para el régimen de Maduro, si en verdad alguien creía seriamente en la posibilidad de un milagro de último momento, fue depositada en la gira iniciada el 4 de enero y que está a punto de concluir. Y aunque los informes oficiales califican como positivos los resultados obtenidos, no hay ningún dato para atenuar la impresión de que la gira fue un rotundo fracaso. No sólo porque no consiguió ninguna de las tablas de salvación que salió a buscar, sino que la sucesión de desplantes con que fue recibido en cada uno de los países que visitó fueron aún más humillantes que las negativas con que fueron respondidos sus pedidos de auxilio.
Antes de embarcarse, un Maduro rebosante de optimismo anunció que iba a entrevistarse con los presidentes de China y Rusia, primero, y con los principales mandatarios y ejecutivos de los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, después. Entre los objetivos de su viaje destacaba la obtención de una buena dosis de alivio financiero y la presentación a sus interlocutores de un plan para revertir la caída del precio del petróleo.
Desde el punto de vista diplomático y de la imagen internacional del régimen venezolano, el resultado ha sido malo. Además de haber sido recibido por funcionarios de muy segundo nivel, no consiguió nada que se pareciera siquiera a las expectativas que despertó entre sus correligionarios y el pueblo venezolano al iniciar su periplo.
De China, de donde Maduro esperaba retornar con una inyección inmediata de 16.000 millones de dólares –lo mínimo necesario para evitar el colapso que se avecina– no consiguió nada más que muy vagas promesas de inversiones a mediano y largo plazo, condicionadas además a una serie de requisitos que el gobierno venezolano está muy lejos de poder cumplir.
De Rusia, ni siquiera eso obtuvo. Y, más bien, su paso por ese país fue presentado como una simple “escala técnica” de la que es probable que Putin ni se haya enterado.
La siguiente fase del periplo fue Irán, donde habría conseguido –según fuentes oficiales venezolanas, pues ni siquiera se conoce un pronunciamiento iraní– unas palabras del ayatolá Ali Jamenei según las que se compromete a “apoyar una coordinación entre sus países para revertir la rápida caída de los precios del petróleo”. En Arabia Saudí y Catar, las siguientes escalas de su viaje, el resultado fue aún peor, como era de esperar, pues esos países son precisamente los que más esfuerzos hacen para mantener y acentuar la caída de los precios de petróleo.
Ante tal panorama, las proyecciones inmediatas de la economía venezolana no pueden ser más sombrías. Y como no hay alternativa política a la vista, todo parece indicar que la agonía del régimen seguirá, como hasta ahora, lenta pero segura.