DESDE LA TRINCHERA
Volviendo a la trinchera
Volviendo a la trinchera
Demetrio Reynolds.- "Escribir es un modo de combatir; se pelea cuando se dice la verdad”, decía José Martí. ¡Bravo empeño! Pero no exento de potenciales peligros. Si en un país poderoso y de tan nobiliaria tradición cultural como Francia (la patria de Beaumarchais, de Molière y de otras plumas egregias en el ejercicio de la ironía sarcástica) se pretende conculcar la libertad de expresión –tal ha sucedido en estos días con la revista Charlie Hebdo–, ¿qué no puede ocurrir en países donde aún existen vestigios de la edad de piedra, y no sólo de 500 años?
El término “satírico” aparece junto al nombre de la revista francesa, y se refiere a una modalidad especial de expresión. De elegante estilo, suele ser amarga, incisiva y demoledora. Los poderosos y los fanáticos son los que menos la toleran, por miedo a la crítica y a la hilaridad que provoca. El humorista satírico casi siempre tiene una intencionalidad correctiva, defiende valores y principios cuya vigencia es permanente y universal. En Bolivia, el fundamentalismo indígena y la hostilidad a la prensa libre son factores que pueden inducir hacia una actitud radical cercana al terrorismo.
Otros temas de la agenda pública: En torno al mar, Bolivia y Chile vienen librando su propia batalla retórica con pullas de ida y vuelta, mientras que el tribunal de La Haya guarda silencio de esfinge. Tal vez dice para su capote “a palabras necias…”. Por su parte, “a mí no me nadie” ha dicho el arrogante usurpador. Pero ambos contendientes tienen la comezón de hablar, como si de la estridencia verbal dependiera el resultado, o como si el fallo se inclinara a favor de quien ejerza mayor presión desde fuera. Esta situación es parecida a la de los púgiles de lucha libre, cuyos desafíos en público son parte de la propaganda para que más gente vaya a verlos.
La denominada “elección popular” fue exitosa para el oficialismo, porque cumplieron los magistrados la tarea específica para la que fueron elegidos. Si bien se mira, todo cuadra con el plan del prorroguismo indefinido. Pero en otro sentido, el fracaso sirve para proyectar la “revolución judicial” que vendría con el referéndum revocatorio. Los tiempos cambian. “Según los nuevos códigos –decía el Vicepresidente en 2010– es mucho más meritorio ser dirigente sindical o social que tener títulos profesionales o de especialidad”. Lo cual no había sido cierto; ahora está convencido de que es mejor la “meritocracia”. En reemplazo de los ponchos y las polleras volverán seguramente las togas y las corbatas.
Y para cerrar, no se diría de los candidatos que “el músculo duerme; la ambición descansa”; al contrario: no duermen ni se cansan. Todos quieren colgarse de la leva del curaca para asegurar su elección. El quinquenio “para vivir bien” tiene una tentación fatal. Para no desentonar, es bueno no ser nada. Y si se ignora la labor a realizar, mejor todavía. Ese es el perfil perfecto para ser gobernador o alcalde; en su defecto, por lo menos asambleísta o concejal.
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