EDITORIAL
El mensaje de Barack Obama
El mensaje de Barack Obama
A pesar de las limitaciones que imponen las circunstancias, es indudable que Obama está dando la vuelta a muchas páginas de la historia estadounidense
El discurso que todos los años dirige el presidente de Estados Unidos es uno de los actos rituales más importantes de la democracia estadounidense. Es el momento en que se pone a prueba la popularidad de la gestión, se toma el pulso a la opinión pública y, dependiendo del resultado, se define el caudal del capital político con que afrontará los desafíos pendientes.
El discurso sobre el Estado de la Unión que Barack Obama dirigió el pasado martes al pueblo de su país a través de sus representantes reunidos en las dos cámaras que componen el Congreso, tuvo la importancia que de por sí le dan esos factores, pero multiplicada por una serie de circunstancias excepcionales. Es que a pesar de estar recién saliendo de una de las más severas derrotas sufridas por el Partido Demócrata en las últimas décadas, las muestras de fortaleza que abundaron en el mensaje confirmaron que Obama está decidido a dejar honda huella en su paso por la presidencia de EE.UU.
El estado de la economía estadounidense y sus efectos sobre la vida cotidiana de las personas fue, como suele ser, el tema principal. Volvió a tener como elemento principal el franco y abierto cuestionamiento de algunos de los tabús de la cultura política y económica estadounidense, como el severo cuestionamiento a la legitimidad de las grandes fortunas y la necesidad de ponerles límite. Ratificó su decisión de privilegiar a la clase media, de reforzar las políticas redistributivas a costa de los “superricos” y expuso con satisfacción las cifras que indican que la recuperación de la economía, aunque más lentamente de lo que sería de desear, está bien encaminada.
El audaz giro que dio a la política exterior de su país fue el segundo pilar del mensaje. Cuba e Irán, dos países que por múltiples razones se convirtieron en causas emblemáticas de la diplomacia estadounidense durante las últimas décadas, son ahora símbolos del viraje dado por Obama y de su proyección hacia el futuro.
El tercer lugar entre los temas privilegiados estuvo todo lo relativo a los dilemas éticos, a los conflictos de valores, creencias, dudas y certidumbres que preocupan a la gente en su vida cotidiana. No sólo ratificó su llamado a la comprensión y tolerancia entre las religiones y dedicó un párrafo principal al Papa Francisco. También puso especial énfasis en la lucha contra el antisemitismo y contra los estereotipos ofensivos sobre los musulmanes y rompió otro tabú al referirse sin eufemismos los derechos de las minorías religiosas, o de las personas que son lesbianas, homosexuales, bisexuales o transexuales.
Paradójicamente, todo ese despliegue de optimismo y audacia no parece corresponderse con la realidad. Es que a pesar de los buenos indicadores, esos siguen siendo muy frágiles pues las causas últimas de la crisis económica están lejos de haber sido superadas. Y entre sus intenciones y las posibilidades reales de llevarlas a la práctica, se interpone una mayoría republicana que está dispuesta a recurrir a todos los medios a su alcance para impedir que Obama culmine exitosamente su gestión gubernamental.
De cualquier modo, lo cierto es que, como dijo al iniciar su discurso, Barack Obama está dando la vuelta a muchas páginas de la historia estadounidense.
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