Sábado, 24 de enero de 2015
 

EDITORIAL

La creciente concentración de la riqueza

La creciente concentración de la riqueza



Además de las obvias consecuencias económicas, la creciente brecha entre ricos y pobres puede llegar a poner en serio riesgo la estabilidad política

Una vez más, dando continuidad a una campaña que crece con cada año que pasa, Oxfam Intermón, una confederación internacional de 17 organizaciones que trabajan en más de 90 países, ha agitado las aguas en vísperas de la realización de la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM).
En líneas generales, lo que hace el informe es ratificar–sobre la base de datos objetivos provenientes de instituciones oficiales e informes internacionales– que la tendencia hacia una concentración de la riqueza en cada vez menos manos, mientras que crece en la misma proporción el empobrecimiento no disminuye sino que se sigue acelerándose.
La excesiva desigualdad de ingresos se sintetiza en el dato de que las 80 personas más ricas del mundo acumulan tanta riqueza como los casi 4.000 millones de personas que forman la mitad más pobre de la población mundial. El informe recuerda también que esos datos corresponden a cifras oficiales y si se considera que hay grandes volúmenes de riqueza que se ocultan en paraísos fiscales, el balance final es aún peor.
El fenómeno, según quienes impulsan la campaña, tiene múltiples consecuencias, a cuál más negativa. Entre ellos, destacan el riesgo de que tal situación se traduzca tarde o temprano en brotes de rebeldía con su consiguiente correlato de inestabilidad política y violencia. Y desde el punto de vista estrictamente económico, prevén que los efectos tendrán también a mediano y largo plazo un costo altísimo.
Hasta ahora, tal manera de plantear el asunto tenía al frente una corriente de opinión nada desdeñable compuesta por quienes relativizan el problema. Ellos arguyen que ese fenómeno no es nada nuevo y que las desigualdades entre ricos y pobres son tan antiguas como la historia misma de la humanidad. Y en efecto, algo de razón tienen, como que ni los autores del estudio ni quienes comparten su preocupación pretenden afirmar otra cosa. Lo que se cuestiona es que la crisis económica –que está socavando las bases materiales de gran parte del mundo– está llevando esa tendencia a extremos insostenibles, y si no se adoptan las medidas necesarias para revertirla, las consecuencias sociales y políticas podrían ser dramáticas en un futuro no muy lejano.
Hasta ahora, la campaña impulsada por Oxfam sólo mereció gestos desdeñosos entre los participantes del FEM, con muy pocas excepciones.
Este año, en cambio, a la luz de las experiencias acumuladas durante los últimos meses, las advertencias de Oxfam han tenido una acogida mucho mejor. Así lo refleja, entre otras, la intervención de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, en un debate sobre la concentración de la riqueza. Al justificar el viraje de su institución, afirmó que "las políticas redistributivas no son contraproducentes para el crecimiento", una idea que hasta hace poco "no formaba parte del pensamiento convencional".
Es probable que ese giro sea aún insuficiente. Sin embargo, si se observan los antecedentes históricos y el contexto político y social actual, no cabe duda que en Davos se está produciendo uno más de los giros tan abundantes en los últimos tiempos.