DESDE LA TIERRA
Falta de verde
Falta de verde
Lupe Cajias.- El traslado masivo de usuarios en las nuevas terminales surgidas por el Teleférico provoca cambios en diferentes barrios de El Alto y de La Paz, causando beneficios y perjuicios. De hecho, una estación de transporte colectivo suele impactar en su entorno y no coincide con el concepto de “vecindad”.
Uno de los temas más mediatizados en estos días es la llegada de pasajeros de El Alto que aprovechan espacios de césped en Irpavi para realizar “apthapis”, o almuerzos al aire libre. Esta es una costumbre más rural que urbana, simpática por compartir, antipática cuando nadie recoge la basura esperando que sea otro (generalmente “otra”), la más pobre, que carga una tarea más. Es una distorsión cuando la comida se acompaña con platos de plástico y cervezas en lata o se toman locales privados.
La necesidad de espacios para disfrutar en familia es una aspiración de las personas, más aún en las metrópolis que se ahogan en cemento y contaminación. Hay ciudades previsoras que destinaron hectáreas para compensar el humo con el bosque. El Central Park de Nueva York es famoso. Montevideo cuidó desde inicio del Siglo XX el Parque Rodó. Ni qué decir de Barcelona, cuyos arquitectos combinaron sutiles estilos con grandes espacios de paseo. Berlín “bajo los tilos” es otro ejemplo.
La Paz tuvo dos momentos de preocupación por ampliar sus áreas verdes, sobre la base del valle original que comienza desde Achocalla hacia el sur, por el curso de los ríos, contrastando con el paisaje terroso de la puna. Alcaldes liberales definieron espacios para las “manchas verdes”: Laikakota al oeste y el perdido Parque Forestal al este, en Llojeta, diseñaron alamedas en el centro y muchas plazas y veredas arboladas, sobre todo en Sopocachi y los Obrajes.
Juan del Granado y Luis Revilla priorizaron los jardines públicos y el fomento ecológico. Los más concurridos son los paseos desde La Florida, Bartolina Sisa, Mallasa. Los visitan familias el fin de semana y colegiales en días ordinarios, y ahí se respeta no llevar trago y, en general, la gente limpia sus sobras.
Una gran mayoría, como ya lo relatamos otras veces, llega desde El Alto y desde las provincias porque ahí no tienen áreas verdes. Aunque podrían sembrar árboles y comenzar a ocupar amplios terrenos con ese fin. Lastimosamente los escasos esfuerzos para sembrar flores en las veredas alteñas tropiezan con la maldad de los propios vecinos que las destruyen, como sucedió el 2014. El verde debería ser un derecho para todos y no la excepción. Es asunto de alcaldes y de ciudadanos.
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