Miércoles, 28 de enero de 2015
 
La letra entra con sangre

La letra entra con sangre

Gastón Solares Ávila.- No hay como los dichos populares para describir en mejor forma una realidad, como el título de esta nota que se refiere a los castigos que nuestros antepasados daban a los niños para que memoricen una lección. Por su efectividad, se la aplica hoy a los castigos que se imponen para obtener resultados, pero ya no en las escuelas, sino en otros campos de actividad.
Por ejemplo, ya se están estableciendo en Bolivia severas multas a quienes manejan en estado de ebriedad, o a quienes utilizan teléfonos celulares mientras están conduciendo.
En Santa Cruz de la Sierra, la multa por una infracción de ese tipo asciende a 1.440 bolivianos –la ordenanza dice un monto equivalente al mínimo nacional– por lo que una sola que se cobre, resulta un castigo ejemplar para los demás que empiezan a curarse en salud. En los países vecinos y en otros de nuestro continente, estas sanciones se han generalizado y con excelentes resultados. Ni qué decir de otras partes del mundo, en los que estas sanciones son aún más drásticas.
Si alguna es causa clara de la generalizada indisciplina ciudadana es la falta de educación, en varios campos, lo que se aprecia en cosas tan simples como cruzar una calle. En otras ciudades, el orden y el respeto de la gente por la señalización y por los demás es sorprendente y envidiable y todo es cuestión de costumbre. A nadie se le ocurre violar la norma porque no solamente recibe el castigo de las autoridades, sino el moral que es mucho más importante porque la gente mira al infractor con ojos de censura.
En cuanto a tráfico y vialidad, sería bien hacer una escala de multas e iniciar el control, empezando con los vehículos de transporte público que son los primeros responsables del desorden, obligando a los conductores a respetar las paradas oficiales que hay que establecerlas, como parte de un plan sencillo y posible de ejecutar, aunque sea poco a poco. De esta manera, se educa a conductores y peatones.
Los candidatos para las elecciones de marzo, deberían poner atención en la necesidad de evitar que el caos en el tráfico siga reinando. Basta de llenar las calles de “rompemuelles”. Hay que tomar medidas sustitutivas, como la de señalización horizontal para limitar la velocidad y preferencia de calles y avenidas y la de prohibición del uso de celulares mientras se conduce, en ambos casos con fuertes multas a los infractores.
Si acaso se decide recurrir a estas opciones con autoridad, los resultados serán efectivos, sin duda alguna, porque son medidas probadas con éxito en otras ciudades tan conflictivas como la nuestra. Lo peor es no hacer nada porque la costumbre se vuelve norma, la gente se habitúa al desorden y la solución se convierte en misión imposible.
Lo mismo se puede hacer para educar a la gente que saca su basura a la calle a la hora que le viene en gana, en lugar de hacerlo en horas determinadas y organizar el recojo en horario nocturno. Las recaudaciones por multas pueden financiar los sueldos que haya que pagar a los inspectores, tanto municipales como de la Oficina Operativa de Tránsito. Lo importante es actuar con autoridad bajo la premisa de que la letra entra con sangre. No hay otra.