Miércoles, 28 de enero de 2015
 

DESDE LA TRINCHERA

La verdad que revelan los hechos

La verdad que revelan los hechos

Demetrio Reynolds.- El Órgano Judicial se encarga de esclarecer situaciones y señalar al “fariseo en el antro de su iniquidad”, después de juzgarlo conforme a ley, claro está. En sustancia, se busca que la verdad funja como testimonio. Ésta y la ley actúan juntas; son aliadas. Ni puede ser de otra suerte. La ley no puede apoyar a la mentira, por lo menos a sabiendas o por error. Aunque a veces sucede. El escritor Zola luchó contra la injusticia que condenó en Francia a un inocente (Dreyfus). ¿Se acuerdan?
El intrincado aparato está conformado por leyes, procedimientos, abogados, fiscales, jueces, cárceles, etc. Su labor suele ser difícil y pesada. Sabe darse una relación entre la efectividad de un proceso y el perfil personal del presunto reo. Hay mayor dificultad si éste se halla amparado por el poder político. Y cuando un fiscal se enfrenta a un estamento más poderoso que la justicia a la que representa, tiene todas las de perder. Hasta pueden “suicidarlo”.
La visión alterna comprende: la realidad objetiva de la situación, las condiciones que le rodean, los antecedentes y características de los presuntos implicados, la lógica misma con que suceden los hechos, las consecuencias que siguen en favor o en contra de los implicados; las relaciones entre un determinado caso y ciertos niveles de influencia. De ese contexto se deduce o se infiere al autor del delito, aunque no haya pruebas para demostrarlo. Hasta ahí no llegan los recursos de la justicia formal.
Ahora bien. Las referencias escuetamente esbozadas, tal vez no con la terminología técnica adecuada, permiten mencionar algunos ejemplos ilustrativos de la verdad inmanente y la lógica insoslayable que se dan inmersos en el cuadro de realidad de cada caso.
El fiscal Nisman “había dicho que tenía suficientes elementos probatorios para inculpar a la mandataria argentina”, y a pocas horas de que asistiera al Congreso con ese objeto aparece muerto. ¿Quién tenía interés en acallar esa voz acusatoria? ¿A quién beneficia la muerte del fiscal? La población se volcó masivamente a las calles con pancartas que decían: “Cristina asesina”. ¿Vox populi, vox Dei?
En Bolivia tenemos varios casos similares. Para esclarecer el supuesto caso de terrorismo en el hotel “Las Américas” de Santa Cruz, lo elemental y lógico era detener al principal sospechoso y no ejecutarlo a mansalva (a los muertos se les endilga cualquier cosa). Todos los “testigos claves”, incluido el fiscal que investigaba, dijeron que se trata de un montaje para acusar y perseguir. Se desprende una conclusión: fue un crimen político. El juicio de responsabilidades sólo está postergado.
En Chaparina hay un dedo acusador que señala de forma inequívoca a los autores de la masacre. No se rompió ninguna cadena de mando. Es imposible que hubiese ocurrido ese episodio sin la intervención de los organismos oficiales. Pero la justicia coja y manca; además, muda y ciega, guarda el secreto bajo siete llaves y nada menos que con el custodio personal del Vicepresidente (“Yo sé quién ordenó, pero no lo voy decir”).
Otro caso. Tampoco se sabe quién ordenó el asesinato de Marcelo. Pero los hechos hablan. El juicio de responsabilidades era contra Banzer, y éste era parte de la cúpula militar que gobernaba el país. Se deshizo del líder socialista para luego encaramarse en el poder como presidente elegido. El pueblo elige a los que le convencen con propaganda. ¡No había sido difícil convencerlo! ¡Tan guapo es el pueblo!