CARA O CRUZ

Alasita necesita la “sección Alasita”

Raúl Peñaranda U..- Prometo que esta columna ya la tenía pensada, e incluso escrita a medias, cuando el sábado leí el artículo, en un diario local, de Alfonso Gumucio, que trató el mismo tema más o menos con el mismo enfoque que había imaginado yo. Eso me pasa por no haber mandado a tiempo mi columna la semana pasada. Coincido con Gumucio en que la Alasita se ha empobrecido.
Por eso creo que las autoridades municipales y la asociación de artesanos deberían crear, dentro de la feria, la Sección Alasita, que incluya exclusivamente artesanías relacionadas con la feria.
En esta Sección Alasita deberían prohibirse las Barbies de plástico, los dragones chinos y los Budas dorados. También los Hombre Araña, los Batman y los Superman. Quiten a los Bob Esponja y a los Transformer. Este año existe también profusión de estatuillas de cabras puesto que esa figura corresponde al horóscopo chino 2015. En 2012 llevé a unos amigos extranjeros a la feria y nos sorprendió la cantidad de dragones dorados que se vendían. Claro, era el Año del Dragón. Mis amigos no hicieron ninguna broma, pero creo que la estaban pensando.
En la Sección Alasita debería prohibirse la venta de ropa, de buzos, de pelotas de fútbol, de naipes. Y deberían permitirse solamente las artesanías bolivianas que tengan que ver con la feria. No sé si vender pinquillos, ceniceros y hondas, por muy bolivianos que sean, tengan algo que ver con la feria de la Abundancia y de las miniaturas. Tendría que contener exclusivamente lo que tradicionalmente se conoce por “Alasita”.
Esa sección que propongo debería estar ubicada a la entrada de la exposición, estar claramente demarcada y tener puertas de salida. Fuera de esa área podría permitirse la venta del resto de los productos. El nombre del resto podría ser “Huyustus 2”. O “Mercado General de La Paz”, pero no Alasita. Y no estoy siendo irónico. No es que una fiesta cultural no pueda variar, evolucionar. Por el contrario, ojalá lo hiciera (¿no se podrían hacer ekekos de paja, de cuero, de vidrio, de madera, de tela?). Pero no es evolucionar incluir en una feria artesanal un sinnúmero de baratijas importadas. En medio de todo eso está el esfuerzo gubernamental, fracasado por suerte, de reemplazar la figura del tradicional Ekeko por una illa devuelta recientemente de un museo suizo y sobre cuya existencia los bolivianos no teníamos ni la menor idea hasta hace unos meses.
La explicación de esta distorsión es económica. Para un artesano crear sus productos implica esfuerzo creativo y material que, luego, debe ser retribuido por una adecuada remuneración económica. Importar juguetes chinos es más fácil y más barato. “¿Para qué tanto esfuerzo si puedo vender carteras de imitación cuero durante la feria en vez de un Megacentercito?”. Eso deben pensar los expositores.
El aliciente para los artesanos es menor y, de hecho, me da la impresión de que son cada vez menos. Puedo estar equivocado. En 2013 Página Siete publicó un recorte de Presencia de mediados de los años 70 en el que un cronista se quejaba de la alta cantidad de productos importados puestos a la venta. O sea que la deformación de esta feria es todavía más grave…
Nunca he estado en la Alasita de Puno, pero por las fotos que he visto en páginas web peruanas, que pueden ser engañosas, luce menos caótica que la boliviana y más enfocada en las miniaturas. La Alasita es una fiesta de origen andino milenario, pero desarrollada exitosamente en La Paz y de allí “exportada” a muchas otras ciudades bolivianas y, también peruanas. Más o menos lo mismo ha sucedido con el Carnaval de Oruro, cuya versión puneña, mucho más reciente, ha sido también declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Se ha informado que este año las autoridades bolivianas intentarán nuevamente que la Unesco declare a la Alasita como Patrimonio de la Humanidad. Ahora el esfuerzo contará con la inesperada ayuda del alcalde transitorio Omar Rocha. Así como están las cosas, no se logrará el objetivo. ¿Por qué premiar a un mercado que vende X-men y Transformers? Ojalá me equivoque.