¡Los sucrenses son historia!
¡Los sucrenses son historia!
Juan José Bonifaz B..- “Se dice que de genios y locos, todos tenemos un poco”…Pero los sucrenses tenemos más… Un viejo turista, decía que internos en el Manicomio Pacheco solo estaban los de fuera; los del lugar, caminan sueltos por la ciudad. Otro viejo dijo que condición necesaria para ser loco, es tener cabeza; que el genio y la locura van del brazo. ¿Será?
Del sucrense se pueden decir muchas cosas, afirmar por ejemplo que es un patriota soñador, un Quijote que arma castillos en el aire pero no persevera; por eso le dicen sunchu-luminaria. Somos creadores de grandes ideas, grandes proyectos pero, a los locos no les cree nadie y, además, jamás se juntan…
Que tiene costumbres, roces y valores arraigados fruto de su educación en el hogar y las normas de urbanidad aprendidas en la escuela. (El sucrense del pasado, si no hablaba francés y no viajaba a la ciudad luz, París, no era nadie). Lo han acusado tarde de un racismo rosquero, fruto de su pasado minero-feudal, sepultado después de la Revolución Nacional.
Que es conservador, culto, genial y avaro, tiene alta autoestima y cuida sus modales, lenguaje e imagen. Si hablaran las abuelas, que guardaban los secretos de familia, las historias de badulaques de Marof y otras quedarían cortas. El sucrense cree que todo se acaba en la ciudad capital, y por eso ha dejado el resto de su territorio departamental a expensas de la voracidad de sus vecinos. Es pobre pero honrado; cuida su apellido como un valor patrimonial inviolable. Está reducido a su mínima expresión. Hablan en su nombre, pero sucrenses de verdad quedan muy pocos. Los más están fuera de su tierra, es una especie en extinción que habría necesidad de clonarla, para mejorar y defender su raza y los valores nacionales.
Su juventud rebelde, era un ejemplo de moral heroísmo y patriotismo, se cuentan por miles los héroes no solo en guerras internacionales, sino en los conflictos internos y enfrentamientos políticos. Se puede acusar a muchos compatriotas de renunciar a los derechos marítimos de Bolivia, pero no a los sucrenses y otros pocos, que se negaron hasta el final aprobar el Tratado de 1904.
En la actualidad, el sucrense ha sido remplazado por una nueva ola migrante, de vecinos, provincias y el área rural. Hay una nueva mentalidad desvalorizada. El sucrense y el chuquisaqueño, tienen muchas diferencias, pese a que ambos viven en el mismo suelo. El chuquisaqueño, es decir el hombre de la provincia y el agro, busca en esta ciudad, especialmente una profesión y un liderazgo político que asegure su futuro personal a cualquier precio. No valora antecedentes familiares, históricos, culturales, no tiene un compromiso moral con la ciudad, no cuida su patrimonio, no contribuye a un mejor destino y, finalmente la gobierna, sin apego a sus grandes valores.
Somos una embarcación que ha perdido su carta de navegación; estamos en un mar de contingencias, corriendo el riesgo de estrellarnos contra las rocas sin esperanza. Los nuevos políticos deben hacer conciencia de esa realidad y convertirse en pioneros de un rumbo seguro hacia un destino de esperanza y bienestar. ¡Los sucrenses son historia!.
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