Domingo, 8 de febrero de 2015
 

COLUMNA VERTEBRAL

Viajar a Chile

Viajar a Chile

Carlos D. Mesa Gisbert.-. “Son pocos pero son… Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte”. César Vallejo


La presidenta Bachelet tomó la iniciativa hace algunos días de promover un encuentro con el presidente Morales. El objetivo era claro, abrir una ventana de diálogo entre Chile y Bolivia en un momento en que el nivel de la relación bilateral pasa por trances difíciles y tensiones cada vez mayores.
Ambos mandatarios acordaron estudiar la posibilidad de reabrir una agenda importante, densa y muy amplia. Camino difícil sin duda, pero imprescindible. El punto seis de la agenda de 2006, el mar, sigue siendo una de las cuestiones cruciales. ¿Debe incorporarse en el conjunto? ¿Debe dejarse de lado aceptando que se resolverá en el escenario de la Corte Internacional de Justicia? ¿No debe mencionarse mientras la CIJ decida sobre su propia competencia objetada por Chile?
El Gobierno de Bolivia asume, como no puede ser de otra manera, que la palabra de la presidenta de Chile, cabeza del Poder Ejecutivo y de las Relaciones Exteriores del país vecino, es la que debe considerarse por encima de cualquier otra, y esa palabra en San José de Costa Rica fue la de una voluntad de recomponer lazos entre las dos naciones. Sin embargo, pocas horas después de ese esperanzador encuentro y de manera más que sugerente uno de los medios más influyentes de Chile, a toda plana y en grandes caracteres, anunciaba mi visita a Chile. De manera sincrónica un representante nacional chileno asumió como inaceptable mi visita. Minutos después el Ministro de Relaciones Exteriores anunció que ninguna autoridad de su Gobierno me recibiría. El tono y las afirmaciones del Ministro en torno a mi tarea y los argumentos de Bolivia, no permiten comentario que no menoscabe el respeto por las ideas y por el trato que se deben dos personas con responsabilidades de Estado.
Soy un convencido de que el imperativo histórico de Chile y de Bolivia es recomponer una relación bilateral plena para encarar juntos la gigantesca tarea de la integración que ambos necesitamos en conjunto, y muy especialmente en regiones estratégicas de nuestra geografía. Es una asignatura pendiente de ambos pueblos, pero sobre todo de quienes tienen la responsabilidad de conducirlos.
Coincido con la visión del presidente Paz Estenssoro. No hay entre nuestros vecinos país alguno con el que tengamos mayor complementariedad que Chile. Es un contrasentido alimentar el fuego del rencor y el resentimiento entre dos sociedades que pueden hacer tanto juntas. Es sobre esas premisas que debe entenderse el problema marítimo. Primero, reconociendo que el problema existe. Reconocimiento que hicieron lúcidos estadistas chilenos en el pasado y que debiera hacer el Gobierno progresista de la concertación. Segundo, la solución del enclaustramiento boliviano demanda un esfuerzo de ambas partes, pero sobre todo un esfuerzo de Chile que es el país que debe dar el Sí. Chile debe entender que no hay otra solución que la soberanía, pero reconocer a la vez que esa soberanía no implica un sacrificio tal que ponga en riesgo su presente y su futuro, que limite en el contexto de su gigantesca costa, la plenitud de su realidad como país fundamental en el Pacífico. Bolivia, a su vez, debe estar dispuesta a dialogar con Chile sobre múltiples opciones, abierta de mente para encontrar una solución justa para ambas naciones. Es de futuro de lo que se trata, no del pasado.
Que yo visite Chile para compartir nuestra lógica, nuestras bases jurídicas de razonamiento, nuestra concepción del tema ¿es una provocación? ¿Es un camino que busca cerrar el diálogo bilateral? ¿Entorpece nuestras relaciones? Mi presencia en Chile es una muestra de la voluntad que tenemos de poner sobre el tapete ideas y argumentos, no adjetivos que califican o descalifican.
¿No es un rasgo central de una democracia moderna y abierta aceptar voces diferentes? ¿No es saludable escuchar al otro sin que escucharlo quiera decir aceptar o compartir sus puntos de vista?
Chile y Bolivia están donde están geográficamente y allí estarán en el futuro. El pueblo chileno y el pueblo boliviano merecen conocerse, entenderse y respetarse, porque como cualquier pueblo del mundo tienen mucho que hacer, que dar y que compartir. El diálogo en todos sus niveles no es una opción, es el único camino posible. Es la razón conceptual más importante que Bolivia pone a consideración de la Corte, es el elemento diferenciador de un litigio exclusivamente basado en una cuestión de límites. Nuestra firmeza y la de Chile no deben pasar a un nivel que confunda las cosas, firmeza de una causa que creemos justa, no irracionalidad para dinamitar todo camino de acercamiento que es ineluctable.
Sea cual fuere el resultado jurídico, hoy en manos de la Corte Internacional de Justicia, la solución definitiva del problema que hoy nos separa está en manos de Chile y Bolivia.