EDITORIAL
¿Municipio inviable?
¿Municipio inviable?
Está claro que los dirigentes políticos locales de hoy, al igual que una gran mayoría de los de ayer, no están siendo capaces de generar visiones de futuro para Sucre y, más bien, explotando demagógicamente el pasado tratan de responder a sus apetitos personales y sectarios
Desorden generalizado, ausencia total de autoridad, calles en mal estado, obras paralizadas o mal ejecutadas, basura por doquier, caos vehicular, ninguna planificación en el crecimiento urbano y contaminación del aire por combustibles; esa es la realidad que actualmente toca vivir a los habitantes de la ciudad de Sucre, antes apacible y ordenada con una vocación natural por el turismo histórico y la vida estudiantil.
Así Sucre se acerca cada vez más al modelo tercermundista de urbe, con múltiples problemas que hacen cada día más difícil la vida de sus habitantes. Esta situación que se ha agravado durante el último tiempo “coincide” con la inestabilidad e inviabilidad política en el gobierno municipal en los últimos años. Se trata, pues, del resultado directo del campo de batalla político en el que se ha convertido la administración municipal y de una seguidilla de gestiones ediles ineficientes y con poca o ninguna visión de desarrollo.
Estamos llegando al término de otra gestión municipal más que deja, en los habitantes de Sucre, el sabor de una nueva frustración colectiva, tanto por la falta de gestión y visión de sus autoridades como por la desidia –si no negligencia– para encarar los desafíos y necesidades que plantea la ciudad Capital de Bolivia.
Esta falta de gobierno municipal, en el sentido de imponer una autoridad que planifique y ordene los aspectos públicos de la ciudad y la proyecte hacia el futuro, está provocando problemas de una megalópolis de millones de habitantes en una ciudad que apenas ronda a las 300 mil personas.
La incompetencia de la clase política local está alejando a Sucre cada vez más de la imagen ideal que se tiene de ella: ciudad limpia y tranquila, apta para la actividad estudiantil y turística y con posibilidades económicas para las actuales y futuras generaciones. No se trata de que Sucre sea esa bucólica urbe como algún oligarca del siglo XIX la imaginó, sino que realmente explote sus potencialidades para generar desarrollo local y, en este sentido, la capital está lejos de convertirse en una urbe industrial o comercial y por ello debe potenciar los rubros del turismo y la formación profesional.
Por ello que se puede afirmar con rotundidad que la crisis institucional de la Alcaldía de Sucre y la inviabilidad de sus administraciones debe concluir, y ésta es una afirmación que la hacemos habiendo constatado que los mismos actores y responsables del actual estado de situación de la Capital han vuelto a ingresar al terreno electoral, dispersos en diferentes siglas políticas y agrupaciones ciudadanas, para hacerse del poder municipal, demostrando, sin ningún escrúpulo, que no persiguen más interés que el de satisfacer sus propias y mezquinas expectativas y ambiciones personales o de grupo.
Está claro que los dirigentes políticos locales de hoy, al igual que una gran mayoría de los de ayer, no están siendo capaces de generar visiones de futuro para Sucre y, más bien, explotando demagógicamente el pasado tratan de responder a sus apetitos personales y sectarios. En este sentido, los políticos locales han seguido la estrategia del avestruz, escondiendo la cabeza en el hueco del pasado y la historia esplendorosa de esta Capital, mientras la región queda relegada a nivel nacional.
Por su historia y por el futuro de su gente, Sucre no debe ser una ciudad cualquiera sino el centro que tenga la capacidad de responder a los desafíos que plantea un mundo globalizado, así como el Estado Boliviano.
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