DESDE LA TRINCHERA
El quinquenio que se nos viene
El quinquenio que se nos viene
Demetrio Reynolds.- Todo indica que será distinto. Las alforjas ya no están muy llenas como para tirar la platita cual sucedía antes. La pregonada austeridad tal vez encuentre ahora la oportunidad de ser verdad. Al “soberano” no le importó gran cosa por dónde ni cómo se haya logrado el prorroguismo. La cosa era volver, así sea con la “estrategia envolvente”. No hay duda: el jefazo es un hombre de palabra.
Entretanto, el péndulo ya se mueve al otro lado. Los “crudos” parece que han de empezar a caer igual que el precio del oro negro en los mercados. De ahí salían los cheques incluso para las chauchitas de tierra adentro. La intervención de Chávez marcó época hasta que le tocó partir. Ahora vuelan otras moscas. Ya sonó el alerta para los países “bananeros” del siglo XXI, como Bolivia. La soberanía en muchas cosas, como la alimentaria, sólo había sido “un sueño lejano y bello”.
Bolivia es un país de contrastes. Es mísero y es opulento a la vez. Un ignoto fondo millonario alimenta la cajonería de cemento en las capitales. Se contrató la friolera de 300 millones de los verdes para un satélite de dudosa utilidad. En Santa Cruz se echó la casa por la ventana con 75 millones de los mismos, para la G – 77 menos China (el mastodonte no vino). Por los ojos entra el poder, dicen los que saben de apariencias fantásticas; eso explicaría la compra de una aeronave lujosa, digna de un Estado inmensamente rico... Bueno, esos son los índices mayores del despilfarro, pero hay otros cuya relación, siquiera nominal, requeriría más espacio.
Y para variar, como dijo mi vecino, los gestos de rencoroso encono que emergían del Chapare parece que se trocarán ahora en expresiones de cortesía civilizada. El muro entre EEUU y Cuba cayó sin pena ni gloria. Y Bolivia, no queriendo ser más papista que el Papa, ha cambiado su postura antiimperialista. Dizque habrá un próximo intercambio de sonrisas y apretones de manos, olvidando los agravios y las falsas acusaciones. De hoy en más, el imperio ya no será culpable de las desgracias plurinacionales.
El otro desafío permanece incólume. Los servicios básicos como la salud, educación y caminos marcan el nivel del desarrollo humano en cualquier país. En Bolivia, por falta de infraestructura, equipamiento y personal, no hay hospital que no esté colapsado. En cuanto a educación, si se tomara al azar cualquier escuela, allí se vería el crónico fraude de la escolaridad. Y ni qué hablar de los caminos; al estado precario de la mayoría se suma la acción obstructiva de ese monstruo llamado “movimientos sociales”. El bloqueo está institucionalizado, pero ya nadie dice nada. El “soberano” se codea feliz con sus desdichas.
Con tantos abogados, sociólogos, politólogos y otros “logos”, se esperaba que en algún momento se analizara el espectacular salto acrobático al Palacio Quemado por otros cinco años. A lo mejor ya no es necesario. Está claro que los pueblos tienen el gobierno que se merecen. Les gusta lo que hasta ahora ha hecho y lo que ha dejado de hacer, y no esperan que suceda nada diferente a los años anteriores. Por eso votaron por la misma fórmula. Pero así y todo, con la fe de carbonero que profesan, aún se espera que esos hijos de la fortuna sean capaces de revertir la imagen negativa que nos gastamos ante el mundo, entre otras causas, por el subdesarrollo humano, la mediocridad, el narcotráfico, la corrupción y demás ramas anexas.
|