Jueves, 19 de febrero de 2015
 

EDITORIAL

Cambio climático, causas y consecuencias

Cambio climático, causas y consecuencias



Ya son tan previsibles los efectos del cambio climático, que no hay excusa para no cambiar sustancialmente su manera de afrontar el desafío, pues los recuentos anuales de daños y de víctimas no es de ningún modo suficiente

Como en gran parte del mundo, la agenda informativa de nuestro país nuevamente tiene entre sus principales prioridades el recuento diario de los daños causados por los desastres naturales. Y no es casual que así sea, pues la información que indica que el clima está efectivamente cambiando, lo que ocasiona que los fenómenos naturales se manifiestan con una intensidad inusitada, ya no es sólo una hipótesis que deba ser puesta a prueba ni algo que se presente en nuestro país de manera excepcional, sino un dato de la realidad ya ampliamente corroborado.
Un ejemplo de lo dicho es el más reciente informe de la Agencia Oceanográfica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés), según el que el último año (2014) fue el más caluroso desde que se iniciaron los registros del clima, en 1880. Según el mismo informe, en diciembre se registró la más alta temperatura de ese mes a nivel combinado de tierra y océanos, lo que tiene directa relación con el régimen de lluvias.
El reciente informe de la NOAA ha tenido especial repercusión porque proviene de uno de los centros científicos que se destaca por su escepticismo sobre la magnitud del cambio climático, muy diferente de la versión del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, (IPCC, por su sigla en inglés) que desde hace ya muchos años insiste en alertar sobre los riesgos que trae consigo el deterioro del clima planetario.
En lo que a nuestro país corresponde, el tema nos atañe de manera muy especial por dos razones fundamentales. La primera es que por su peculiar configuración geográfica, nuestro territorio es uno de los más vulnerables a los extremos climáticos, como las inundaciones y las sequías. Y la segunda, porque Bolivia aparece como uno de los países del mundo que más está contribuyendo a la destrucción del equilibrio ambiental planetario.
En efecto, el IPCC ha incluido a Bolivia entre los países que más contribuye al cambio climático por el ritmo intenso al que está destruyendo su cobertura vegetal como consecuencia de las políticas encaminadas a ampliar la frontera agrícola a expensas de los bosques tropicales. Así, Bolivia estaría contribuyendo al deterioro del ambiente planetario con una emisión de más de 25 giga toneladas de dióxido de carbono (CO2) anuales, como consecuencia de la deforestación de unas 350 mil hectáreas de bosques, lo que en términos per cápita resulta en una tasa 20 veces más alta que el promedio mundial y una de las más altas del mundo, superando los niveles de otros grandes países deforestadores.
Paradójicamente, además de las dos razones mencionadas, Bolivia también se destaca por ser uno de los países que menos seriamente está tomando el problema, pues sus políticas públicas van en sentido opuesto a lo que recomienda el consenso científico. Ante los desastres climáticos no se hace más que elaborar “planes de emergencia” para afrontar las consecuencias y socorrer a las víctimas, pero no se considera siquiera la posibilidad de poner un límite a los factores que los causan.
Siendo esa la realidad, no hay excusa para que los gobiernos municipales, departamentales y el central no modifiquen sustancialmente su manera de afrontar el desafío, pues los recuentos anuales de daños y de víctimas no es de ningún modo suficiente.