Viernes, 20 de febrero de 2015
 

EDITORIAL

Argentina, un laboratorio de transición

Argentina, un laboratorio de transición



La “marcha del silencio” podría marcar, pese a las bravuconadas con las que ha respondido el oficialismo, una nueva etapa en ese país que se merece mucha mejor suerte que la que le imponen sus gobernantes

La multitudinaria marcha realizada en Argentina pese a una campaña de temor por parte del oficialismo y una intensa lluvia, en respuesta a la convocatoria de un grupo de fiscales para honrar la memoria de su colega Alberto Nisman, no sólo es una respuesta a las corrientes autoritarias de ese país, sino de toda la región.
Cabe recordar que el mencionado fiscal murió en circunstancias aún no esclarecidas y día antes de prestar un informe ante el Congreso de su nación sobre su decisión de imputar a la Presidenta en el caso de un atentado terrorista en contra de las instalaciones de una sede judía, que costó la vida de más de 80 personas, entre las que se encontraban seis compatriotas.
Producida la muerte del fiscal, el Gobierno argentino, comenzando por la Primera Mandataria difundió una serie de versiones sobre el caso y buscó afectar la honra del funcionario, extremos que provocaron la reacción de los fiscales a la que se sumaron personas provenientes de diferentes estratos sociales, fundamentalmente clases medias, la mayoría de los dirigentes, hombres y mujeres, de la oposición e importantes intelectuales argentinos, reconocidos por su independencia y pluralismo, que reclaman por el esclarecimiento de esta muerte y la recuperación de valores y principios democráticos y decencia en el ejercicio del poder.
Extrapolando, en Argentina se enfrentan fenómenos similares a los que se presentan en todos los países de América, pero que se han intensificado en los afilados o adherentes al denominado socialismo del siglo XXI: la corrupción cada vez más generalizada y la impunidad de la que gozan quienes se benefician del aparato estatal, consecuencia sine qua non de proyectos de poder autoritarios que han destrozado la precaria institucionalidad democrática alcanzada desde la recuperación del sistema democrático en nuestros países.
Se trata de fenómenos estrechamente entrelazados y que responden a la decisión de reproducir el poder acumulado. Es esa dinámica la que ha hecho que la ciudadanía argentina comience a despercudirse de tanta demagogia, chabacanería y latrocinio. Se trata de un país donde su Vicepresidente ha sido imputado en dos procesos por corrupción, en uno de los cuales ya se ha decidido que será procesado, y tiene que atender un sinnúmero de procesos más, pero que cuenta con el respaldo de la Presidenta que, a su vez, debe enfrentar varios procesos de tinte económico y ha sido imputada por presuntamente favorecer a identificados autores del atentado mencionado de origen iraní. Y no sólo eso, una serie de colaboradores (que van desde jardineros hasta ministros) han sido o comienzan a ser procesados también por corrupción.
Es ante esa compleja situación (que, por ejemplo, en Venezuela se repite hasta la saciedad con el aditamento de un estamento militar corroído) que ha salido al frente la marcha que se comenta y que podría marcar, pese a las bravuconadas con las que ha respondido el oficialismo, una nueva etapa en ese país que ha ostentado uno de los niveles de mayor desarrollo en la región y que ha dado tantos exponentes en diversos campos del saber humano.