RESOLANA
Contra la muerte
Contra la muerte
Carmen Beatriz Ruiz.- Mujeres y hombres del pueblo Yuqui, apenas un puñado de aproximadamente cuatrocientas personas, están luchando contra su exterminio y lenta desaparición, y su lengua, la mwya (biá), no alcanza para expresar tanta desesperada esperanza: “Hay veces nuestros hijos tienen diarrea, vómitos, anemia; por la lluvia nuestros hermanos se mojan y de ahí parece que entra tuberculosis” (Los Tiempos, 08.02.15).
Pero, no sólo los aquejan enfermedades endémicas que podrían prevenirse y curarse sólo mejorando sus precarias condiciones de vida, sino también los males que este nuestro nuevo Estado Plurinacional sigue cargando en la mochila desde la “vieja República”: “Cuando queremos sacar requisitos para nuestros hijos nos piden libreta de bachiller, de servicio militar y no tenemos. Por eso a veces la gente nos discrimina” (Juana Guasu Guaguasu).
El pueblo Yuqui está conformado por 337 habitantes, según informan sus autoridades de la propia comunidad Biá Recuaté (que quiere decir Donde vive la gente, en lengua Yuqui) a orillas de los ríos Ichilo y Chimoré, Municipio Puerto Villarroel, provincia Carrasco en el trópico del departamento de Cochabamba. Habitan un territorio de 115.924 hectáreas que comparten con gente de los pueblos Yuracaré y Trinitario. El territorio Yuqui Biá Recuaté Ciri fue titulado como Tierra Comunitaria de Origen (TCO) el año 1992 por Decreto Supremo y cuenta desde el año 2001 con saneamiento y documentación.
Pese a que la región donde está la TCO es un área de colonización muy dinámica desde la década de los años sesenta y hay un flujo de colonizadores que siguió aumentando los siguientes años, no hay beneficios efectivos de salud y educación para la población Yuqui.
Ellos siempre fueron nómadas, lo que implica que vivían de la recolección, caza y pesca, hasta la década de los años cincuenta, cuando acordaron con misioneros estadounidenses de Nuevas Tribus vivir en comunidad, con lo cual cambió drásticamente su forma de vida. Por ejemplo, pasaron de un sistema de amos y esclavos, a la constitución de familias nucleares y agrupación de la familia extensa consanguínea, así como de actividades de recolección, caza y pesca en el bosque a fabricación eventual de artesanías. Actualmente se rigen por la organización colectiva del Consejo Indígena Yuqui, con diversas carteras o secretarías referidas a áreas de educación, salud, economía y tierra y territorio (Portal de la Amazonía Boliviana).
Según un reportaje del periódico Los Tiempos, cuatro a cinco yuquis mueren por año debido a la tuberculosis y diez a doce niños nacen anualmente… ¿pero, cuántos sobreviven? Hay Ley de Protección a Naciones y Pueblos Indígena Originarios en situación de Alta Vulnerabilidad y hay infinidad de diagnósticos y compromisos que no se cumplen, pese a los emotivos discursos indigenistas. Mientras tanto, “Los maestros llegan martes y se van viernes. Lo que reduce la semana escolar a dos días” y la gente sigue muriendo de micosis pulmonar, infecciones agudas respiratorias, anemia, parásitos y hongos de la piel o yéndose a las ciudades a mendigar.
Pese a todo, los espíritus del bosque siguen hablando con ellos, insuflándoles esperanzados deseos, como el que expresa uno de sus líderes cuando dice que “los jóvenes quieren estudiar, hay escuela, pero no hasta bachiller, por eso tienen que salir al pueblo y se pierden”. ¿Vamos a dejar que esa esperanza se extinga?
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