EDITORIAL
Una región con convulsiones
Una región con convulsiones
En América estamos viviendo un nuevo cambio de ciclo y es de esperar que este proceso sea pacífico y se enmarque dentro de los límites de un sistema democrático
La semana pasada se ha observado una América del Sur sufriendo serias convulsiones y es Venezuela el país que con más claridad muestra el peligro que significa para la sociedad el mantenimiento en el poder de una cúpula familiar-militar corroída por la corrupción, pues no está dispuesta a dejar el poder incluso al costo de conducir a su ciudadanía a un enfrentamiento fratricida, ante la mirada aún preocupantemente tolerante de gobiernos que no se animan a llamar a las cosas por su nombre y otros que, más bien, la apoyan.
Con menos virulencia, pero también con síntomas de debacle se encuentra Argentina. Las pretensiones hegemónicas y la corrupción generalizada han hecho que un gobierno que comenzó con tanta expectativa, por esa manía de la reproducción sine die en el poder, las alianzas subalternas con sectores incluso antagónicos, haya ido perdiendo legitimidad, al punto que la extraña muerte de un fiscal se ha convertido en un detonante para que desde diversos sectores se pida un proceso de reencauzamiento democrático y judicial. A ello se suma una crisis económica que, felizmente, aún está siendo controlada.
Chile y Perú, que se exhibían como los países con mejores condiciones políticas e institucionales, han sido sacudidos por preocupantes denuncias de corrupción en la cima del poder, las que si no son transparentemente procesadas pueden, como ha sucedido en otras naciones, provocar crisis incontrolables que crecen como bolas de nieve.
Brasil, la potencia de la región, también atraviesa por una seria crisis económica, además de una crisis moral de grandes proporciones que lamentablemente tampoco puede ser tratada con el rigor y determinación suficientes para detener la pérdida de confianza en el sistema político partidario.
En ese panorama, Colombia y Uruguay aparecen como islas solitarias. En el primer país, los avances registrados en las negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), permiten creer, esta vez con elevados grados de probabilidad, que se suscribirán acuerdos de paz, con lo que se abriría una nueva etapa democrática con elevados grados de legitimación y participación. Sin embargo, no están ausentes sectores, en ambos lados del espectro ideológico, que cotidiana y afanosamente buscan romper ese proceso porque han hecho de la guerra una forma de vida y participación política.
En Uruguay, además de ejecutar sostenidas políticas de desarrollo e inclusión, se muestra que es posible y positiva la coexistencia pacífica entre corrientes de signo ideológico diferente, en un marco de respeto a las reglas del sistema democrático.
Bolivia y Ecuador, por su parte, probablemente por las políticas inclusivas desarrolladas, muestran también un escenario de relativa calma sólo perturbada por acciones y reacciones autoritarias, particularmente en Ecuador. A este par de países se suma, desde una posición ideológica absolutamente contraria, Paraguay.
Se debe incluir en este análisis regional el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos que, a medida que se concreta, provoca olas en toda nuestra región y Centroamérica.
Lo señalado permite creer que en América estamos viviendo un nuevo cambio de ciclo y es de esperar que este proceso sea pacífico y se enmarque dentro de los límites de un sistema democrático.
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