Domingo, 22 de febrero de 2015
 
Hacia la renovación total

Hacia la renovación total

Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- Hoy iniciamos los cristianos la Cuaresma propiamente tal, aunque, a Dios gracias, un buen número de creyentes fervientes lo hizo el Miércoles de Ceniza. Lamentablemente, la gran mayoría no se da por enterada hasta que comience la Semana Santa. La Cuaresma, desde los primeros siglos del cristianismo, ha tenido suma importancia, pues ella nos lleva a una renovación total, viviendo este tiempo de gracia que nos conduce hacia la Pascua. La Iglesia nos convoca con su fuerte llamado: "Conviértete y cree en el Evangelio" (Me. 1,15).
Este domingo comienza el sagrado tiempo llamado Cuaresma. Habrá cinco domingos o semanas de preparación para celebrar la Pascua de Jesús; Cristo es nuestra Pascua, nos dice el apóstol Pablo. Todo apunta en este tiempo a la renovación de las promesas bautismales que haremos en la SOLEMNE VIGILIA DE PASCUA O DE RESURRECCIÓN, el Sábado santo.
En la noche de la Vigilia de Resurrección –la mayoría de los cristianos lamentablemente no participa en ella– renovaremos nuestro contrato o alianza con Dios, realizado en el sacramento del bautismo. Para ello, la Iglesia nos invita, desde ya, a irnos preparando. A lo largo de la historia de la salvación, diversos pactos o alianzas fueron preparando la alianza definitiva refrendada en la Cruz.
Durante la Cuaresma, iremos recordando las alianzas de Dios con su pueblo, el pueblo de Israel. En este primer domingo, llamado domingo de tentación, evocamos la alianza de Dios con Noé, en los albores de la humanidad; Dios hace la promesa de la supervivencia humana, a pesar de que el hombre peque y vuelva a pecar. Dios, Señor de la vida, quiere la felicidad y la vida de la persona humana.
Dios ofrece la vida a la persona humana, Él pone su omnipotencia al servicio del hombre. Pero nos pide un poco de esfuerzo para hacer su voluntad, cumpliendo sus mandamientos. Quienes acepten su oferta suscriben una especie de contrato o alianza. Esta alianza es un gran regalo de Dios todopoderoso al hombre limitado, débil y pecador.
La alianza entre Dios se llevó a cabo en la Cruz, donde Cristo dio su vida por nosotros, por todo el género humano. Muerte y Resurrección constituyen la Pascua de Cristo. En este gran misterio de la Muerte y Resurrección se selló el pacto entre Dios y la humanidad. Nosotros, pecadores y débiles, necesitamos renovar nuestro pacto con Cristo, buscando así una renovación total de nuestra vida bautismal.
El evangelio de hoy, Mc 1,12-15, nos narra el episodio de las tentaciones de Jesús, nos invita a reflexionar durante este tiempo en nuestras tentaciones diarias. Tentación quiere decir prueba. Cristo experimentó las dificultades humanas, siendo puesto a prueba. No todo le fue fácil, ni siquiera hacer la voluntad del Padre. No debemos olvidar que Jesús es Dios, pero también hombre. Cristo, modelo de fidelidad al Padre, no claudicó nunca ante las tentaciones. Cristo nos enseña a vencer las tentaciones con la Palabra de Dios y la oración.
La Cuaresma nos invita a una revisión de vida, de bautizados, de discípulos y testigos de Jesús. El cristiano tiene que vivir en lucha continua contra el mal, contra el pecado, contra los ídolos, contra el egoísmo, contra el individualismo. En la Cuaresma hemos de preguntarnos si somos una fuerza al servicio del bien o del mal. Estamos invitados los bautizados a elegir entre el bien sobrenatural y el mal. Nuestro destino personal no lo podremos realizar si no lo hacemos conjuntamente otros seres espirituales, en el interior de un todo del que cada uno forma parte.
La Cuaresma es un tiempo propicio para vivir en Cristo por la fe –es la llamada de la Cuaresma– establecer una comunión total de vida con él. Una comunión de vida que yo he de aceptar a Cristo en el centro de mi yo y he de entregarme a él a fin de que Cristo me comunique su vida divina. Esto incluye sacrificar mi yo-ismo, mi egoísmo continuamente. Esto viene a ser una especie de muerte continua que no se puede vivir sin resistencias, sin negación propia, sin desprendimiento. El desprendimiento es una rara virtud porque no es rentable, humanamente hablando. Si como leemos en el libro de la Sabiduría el hombre llegó a tener como dioses al fuego, al sol, a un ídolo. ¿Por qué no al propio yo?
La Cuaresma es una invitación a prepararse para renovar la alianza con Dios.