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La peor de las sociedades: Alcohol & violencia
La peor de las sociedades: Alcohol & violencia
Arturo Yáñez Cortes.- Pasado el Carnaval y como si fuera el día siguiente de una guerra o alguna otra calamidad, estamos contabilizando sus muertos, heridos y otras víctimas, debiéndose también sumar anteriores víctimas de las precarnavaleras.
No es que sea aguafiestas, aburrido ni pesimista, sino –diré con Antonio GALA– soy un optimista bien informado, lo que me lleva nuevamente a cuestionar sobre lo inteligente, útil y razonable que resulta para una sociedad que se dice civilizada, entregarse hasta las últimas consecuencias por días y hasta semanas al dios Momo, con esos resultados, es decir la secuela de –para escribirla en términos muy grossos– hechos violentos. Y aunque existen otras “oportunidades” parecidas (año nuevo, etc.), el Carnaval bate todos esos tristemente récords, tanto por su anticipación –en Sucre se le mete nomás apenas pasado el Año Nuevo- como por su duración de varios días y noches completas.
Aunque no existe un estudio sistemático, el simple análisis de las reales causas de esos hechos violentos producidos a diario en nuestro país, tienen como causa común el uso de alcohol y en menor medida de estupefacientes como sus principales factores desencadenantes –aunque interactúan usualmente otros con diversa intensidad. Así el estado de la violencia, pareciera que somos una sociedad sadomasoquista que gusta producir(se) esos lesivos resultados que afectan a seres humanos y a sus familias, no sólo por el lapso que dura la borrachera, sino persisten frecuentemente de manera sostenida y pueden sensiblemente marcar hasta de por vida a sus víctimas.
Mucho me temo que nos estamos acostumbrando a la peor de las sociedades, aquella producida entre el alcohol y la violencia. ¿Será casualidad que las utilidades de la principal fábrica de cerveza en Bolivia del año pasado fueron US$ 360 millones, más o menos un millón diarios? Prueba de aquella peligrosa sociedad, acontece en esas fiestas en lugares de concentración en nuestra ciudad o cualquier otra, por ejemplo la Plaza 25 de Mayo o la Avenida Las Américas. Basta ver por breves minutos el comportamiento violento de individuos que al influjo del alcohol principalmente, lanzan con la mayor fuerza posible globos en contra de la humanidad de personas –sobre todo mujeres jóvenes– que tienen la desgracia de atravesarse por su camino. Sostengo que no se trata ya de un juego –que fuera por cierto plausible entre quienes decidan participar–, sino de un mecanismo de agresión, con tintes de machismo o sesgo de género en contra principalmente de las mujeres, pues pareciera que el propósito no es ni la diversión y menos el galanteo, sino el causar sufrimiento o dolor.
Disculpando mi ingenuidad legal, a propósito la flamante Ley No. 348 para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, define entre sus artículos que situación de violencia es el conjunto de circunstancias y condiciones de agresión en las que se encuentra una mujer, en un momento determinado de su vida; que la violencia constituye cualquier acción u omisión, abierta o encubierta, que cause la muerte, sufrimiento o daño físico, sexual o psicológico a una mujer u otra persona (…) por el sólo hecho de ser mujer y, finalmente, conceptúa al agresor o agresora, como quien comete una acción u omisión que implique cualquier forma de violencia hacia la mujer u otra persona. Para qué acordarme de la Ley No. 259 de 2012 de control al expendio y consumo de bebidas alcohólicas que, aunque le parezca increíble, prohíbe su venta y consumo en vías públicas. Por lo que acontece, no cabe más remedio que atribuirle razón al proverbio chino que dice: “Como no podemos cambiar a los hombres, no nos cansamos de cambiar las leyes”.
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