Miércoles, 25 de febrero de 2015
 

EDITORIAL

El reto de los embarazos de adolescentes

El reto de los embarazos de adolescentes



Como indican los organismos especializados en el tema, es urgente dedicar los mejores esfuerzos a la educación sexual de la niñez y la juventud pues es la fórmula más eficaz para hacer frente a tan dramática situación

Recientes publicaciones periodísticas han vuelto a llamar la atención sobre un problema cuya gravedad al parecer no es todavía suficientemente comprendida por nuestra sociedad. Nos referimos a la enorme frecuencia con que muchas adolescentes y con no poca frecuencia niñas cuyo ingreso a la pubertad no ha concluido, resultan embarazadas contra sus deseos y su voluntad.
Los distintos datos que se conocen de Sucre, Chuquisaca y el país son sólo una muestra de un drama que se multiplica muy especialmente en las zonas rurales y los barrios más desatendidos de las ciudades.
Como en otros asuntos, los datos oficiales poco ayudan para dar una cabal idea de la verdadera dimensión del problema pues todo indica que están sumamente incompletos y subestiman por eso gran parte de la faceta oculta de la realidad, la que suele ser por eso mismo la peor.
A pesar de ello, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), a través de numerosos estudios, ha calculado que la tasa de embarazos en la adolescencia en Bolivia llega al 21 por ciento, muy superior al promedio latinoamericano que estaría en 18%. A esa conclusión se llega pues los embarazos que se registraron en todo el país anualmente están entre 250 mil y 300 mil, y de ellos 60.000 correspondieron a adolescentes cuyas edades están comprendidas entre 11 y 18 años.
Como es fácil suponer, a la dimensión cuantitativa del problema se debe agregar la cualitativa, pues en casi la totalidad de los casos se trata de embarazos no deseados, fruto de violaciones, de abusos facilitados por los efectos del alcohol o, simplemente, por ignorancia de la relación natural entre sexo y embarazo.
Los efectos multiplicadores de tal situación son por supuesto muchos y a cuál más negativo. La pérdida de la salud y vitalidad de las mujeres afectadas es una de las peores. Es que debido a que en gran parte de los casos no están aún biológicamente desarrolladas para afrontar el embarazo y con mucha frecuencia sufren carencias nutricionales que las condenan a un temprano agotamiento de su organismo. La precariedad económica, cuyo mayor peso recae por lo general sobre las mujeres, sienta por otra parte las bases de una cadena de múltiples problemas sociales cuyos efectos negativos trascienden el círculo familiar.
Ante tal situación, tanto la Organización Mundial de la Salud, como el UNFPA y muchos otros organismos internacionales coinciden al recomendar a los gobiernos, y a la sociedad en general, que dedique sus mejores esfuerzos a la educación sexual de la niñez y la juventud pues ya está ampliamente demostrado que la buena información, acompañada por la disponibilidad de métodos preventivos, es la fórmula más eficaz, si no la única en verdad disponible, para hacer frente a tan dramática situación.