ESCENARIO GLOBAL
Primera escaramuza del nuevo gobierno griego
Primera escaramuza del nuevo gobierno griego
Alberto Zelada Castedo / El nuevo ministro de economía griego, Yanis Varoufakis, considerado un experto en la muy conocida teoría de juegos, dijo hace poco que, tal vez, muchos comentaristas presumían que estaba ocupado en inventar “pantomimas, estratagemas y opiniones extrañas” a fin de mejorar una posición débil. Sin embargo, añadió, sería una “bobada” pensar que las tratativas con los socios de la Unión Europea son un juego de negociación que se perderá o ganará gracias a algún “subterfugio táctico”.
De todas maneras, el esfuerzo del gobierno de Alexis Tsipras se parece a una escaramuza o contienda con aquellos dirigentes europeos que impulsan medidas de austeridad como el mejor camino para salir de la grave crisis económico-financiera en la cual están aún inmersos los países del euro. Por de pronto, los “radicales” griegos del partido Syriza han tenido que retroceder en sus propósitos iniciales o, lo que es lo mismo, han tenido que reducir sus pretensiones de modificar algunos elementos considerados críticos del programa de apoyo financiero vigente con sus socios europeos. Hay que recordar que, poco después de su triunfo en las últimas elecciones generales, Tsipras sostuvo, en una sesión del parlamento, que no se pedirá “una extensión del rescate porque los programas de rescate han fracasado”.
Pocos días después de este anuncio, en una reunión de ministros de finanzas de los países del euro, el gobierno griego pidió formalmente una “extensión de seis meses” del acuerdo de apoyo vigente y ofreció, a decir de la agencia Reuters, “grandes concesiones” para evitar quedarse sin efectivo en semanas. Estas concesiones incluían la promesa de cumplir las obligaciones financieras con todos los acreedores, reconocer la existencia del programa de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional y abstenerse de tomar acciones unilaterales que pudiesen minar los objetivos fiscales.
Al aceptar la propuesta griega, los socios europeos solicitaron la presentación, hasta el lunes de esta semana, de un “plan de reformas” como condición para extender por cuatro meses más la vigencia del Acuerdo Marco de Ayuda Financiera.
Después de presentado el plan, Christine Lagarde, directora gerente del FMI, dijo que la “lista” de reformas anunciada era amplia pero “no muy específica”. A su juicio, el documento de las nuevas autoridades griegas no traía “garantías claras de que el gobierno pretende tomar las medidas previstas”. Sin embargo, inmediatamente después, pasando por alto las dudas de la alta funcionaria, los ministros de finanzas de la zona euro aprobaron el plan de reformas. “Tras la decisión en la conferencia del Eurogrupo, pueden comenzar los procedimientos nacionales para ampliar el programa griego”, dijo Valdis Dombrovskis, vicepresidente de la Comisión Europea.
Ni este desenlace de la contienda ni el proceso que estaba conduciendo al mismo, son del agrado de algunos dirigentes que apoyan al gobierno de Syriza o que, inclusive, forman parte de él. Con todo, es aún prematuro adelantar la posibilidad de divisiones en la coalición gubernamental. El disgusto de algunos se justifica en razón de la distancia entre el entendimiento logrado en Bruselas y las promesas hechas en la campaña electoral.
Bern Riegert, corresponsal europeo de la Deutsche Welle, considera que “no está claro qué fue lo que hizo cambiar de opinión al gobierno griego”. De todas maneras, en un tono que refleja el sentir de muchos alemanes y, en particular, del gobierno de Angela Merkel, se complace en anunciar que, por fin, el ministro de finanzas griego “ha entrado en razón”. Si bien Yanis Varoufakis logró que el eurogrupo hiciera algunas concesiones, ahora deberá hacer creer a los electores griegos que se trata de “una gran victoria de la autodeterminación griega” y una “liberación de la opresión de la troika”.
Es posible explicar el cambio de acento en la posición del nuevo gobierno griego a través del efecto producido en sus dirigentes por su primer contacto directo con dos realidades: por una parte, la muy difícil situación de la economía griega –que, entre otras cosas, arrastra una deuda externa superior a 270.000 millones de dólares, equivalente a más de un 100 por ciento del PIB– y, por otra parte, la firmeza de la posición de los socios europeos, en especial de Alemania, en cuanto a las condiciones a ser cumplidas para continuar con el programa de rescate. Asimismo, no es del todo inexacto encontrar otras motivaciones en la percepción de la difícil encrucijada en la que se encuentra Grecia: o seguir buscando acuerdos con sus socios para superar la crisis en forma colectiva o retirarse de la zona euro.
Por el momento, los líderes griegos han optado por una vía pragmática. Esto no supone que hayan renunciado a todos los postulados con los que Syriza obtuvo el favor de los ciudadanos griegos en las últimas elecciones. Han dado a entender que determinados valores, sobre todo en el plano social, no se han dejado de lado. Los compromisos que posibilitan la transición de cuatro meses que el nuevo gobierno necesita, están dirigidos, sobre todo, a la mayor eficiencia en la recaudación fiscal y en el combate a la corrupción, así como a la meta de un sano equilibrio entre ingreso y gasto público. De esta primera escaramuza queda, como saldo a favor, la mayor exposición a la atención pública de los problemas que trae consigo una política fuertemente concentrada en la simple austeridad y poco preocupada con el costo social de los ajustes.
|