LIBERTARIA
Los Kjarkas y el sentimiento nacionalista
Los Kjarkas y el sentimiento nacionalista
Luis Christian Rivas Salazar / El señor Elmer Hermosa, integrante del grupo folclórico Los Kjarkas, hace poco llamó a los músicos bolivianos a no participar en el Festival de música de Viña del Mar en Chile. Estas declaraciones las realizó por los fallos injustos de los jurados en anteriores certámenes tanto en las presentaciones de María Juana y Ch’ila Jatun, y, como consecuencia de estas críticas, Hermosa y Evo Morales han propuesto un festival de música en Cochabamba más grande que el evento chileno. Pan y espectáculo, para adormecer a las masas sobre problemas más profundos.
Recordemos que el año pasado, Elmer Hermosa se enfrascó en una pugna con los integrantes de María Juana para defender a sus descendientes, los integrantes del grupo Ch’ila Jatun. El motivo: establecer qué grupo boliviano lo había hecho mejor en ese festival internacional.
Pero resulta que ni Hermosa ni ningún otro ciudadano puede plantear que los bolivianos no se presenten en festival alguno sobre la base de posibles fallos injustos. Los festivales internacionales más que competencias para ganarse estatuillas son plataformas para mostrar artistas al público, eso lo saben muy bien Los Kjarkas.
Los Kjarkas han representado mundialmente el folclore boliviano. Tanto es así, que en Japón los reconocen y respetan fuera de los límites del idioma. Entonces, la cultura traspasa barreras, incluso traspasa sentimientos nacionalistas de los cuales está aprovechando Evo Morales. Esos sentimientos irracionales cuya combustión es la demanda marítima boliviana, ese mismo sentimiento estúpido que hace chiflar a los chilenos cuando escuchan una voz boliviana.
Si bien la cultura es una institución social y es la manifestación de todo lo que hace un pueblo, la composición de temas y música son productos individuales, pertenecen a personas concretas. La genialidad se forja en el trabajo personal que tiene nombre y apellido, no es un producto de la masa. Por lo mismo, corresponde a cada compositor e intérprete hacer cuanto le venga en gana, en uso de su libertad, para mostrar su talento dentro como fuera de un país.
Ahora nos preguntamos: ¿Corresponde al Estado en el uso de nuestros impuestos financiar obras culturales o es la iniciativa privada quien tiene que solventar estos eventos? ¿Quién define lo que es cultura? ¿O buena o mala cultura? ¿La gente o los poderes públicos?
El músico Elmer Hermosa representa una parte de la cultura: lo folclórico musical, es más, representa los intereses de Los Kjarkas y de Ch’ila Jatun en especial. Esto se demuestra en su lío con María Juana. Entonces no sabemos si en esta cruzada nacionalista se defiende la cultura o solo una parte de la cultura, tal vez una mínima parte, porque cultura también es educación, arte, ciencia y tecnología.
Podemos caer en una especie de despotismo ilustrado folclórico estatal, es decir que se forme un grupo de gurús que definan qué es arte. Esto es profundamente antidemocrático. La libertad es esencial para la creación cultural y con la intervención del Estado se coarta esa libertad. Al intentar proteger la cultura de un país se conduce hacia la censura, el dirigismo cultural y la subordinación de la cultura al nacionalismo. Eso fue debidamente tratado en muchos escritos por Mario Vargas Llosa.
¿Por qué parte de nuestros tributos tienen que ir destinados hacia la subvención de estas manifestaciones folclóricas, si los gustos musicales corresponden a la esfera privada? Además, existen otras prioridades como los desastres naturales, salud y por sobre todo la educación, la ciencia y tecnología, que es lo que hace a un pueblo más culto.
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