COLUMNA VERTEBRAL

La coca necesaria

La coca necesaria

Carlos D. Mesa Gisbert.- El estudio realizado por la Uni�n Europea sobre la coca, recientemente presentado por el gobierno, al margen de su anacronismo (iniciado en 2008, terminado en 2010 y �hecho p�blico reci�n en 2013!), coloca definitivamente los puntos sobre las �es en uno de los temas cruciales de la cultura, la pol�tica y la sociedad bolivianas.
No es que descubramos lo que es obvio, es que las opiniones cargadas de subjetividad tienen ahora un ancla a partir de la cual se pueden sacar conclusiones incuestionables.
Primera conclusi�n. El objetivo "coca cero" que en alg�n momento fue pol�tica conjunta de los gobiernos de Estados Unidos y Bolivia, era un desprop�sito.
Segunda conclusi�n. El consumo tradicional es importante y probablemente se ha incrementado significativamente, sobre todo en los llanos (tres de cada 10 bolivianos mastican habitualmente la hoja).
Tercera conclusi�n. El volumen utilizado para la industrializaci�n es insignificante y su potencialidad no es muy grande.
Cuarta conclusi�n. La mayor parte de la producci�n de hoja se convierte en coca�na y sus derivados, que son parte del mercado ilegal, narcotr�fico y crimen organizado. Vale la pena recordar aqu� que los cuatro principales consumidores mundiales de coca�na son: 1. Estados Unidos, 2. Brasil, 3. Argentina y 4. Espa�a.
Quinta conclusi�n: Sorprendentemente la exportaci�n a la Argentina (aparentemente legal) es extraordinariamente alta (1400 ton.). Cubre un inmenso mercado de acullicadores en el norte del vecino pa�s.
Sexta conclusi�n: Las 25.000 hect�reas cultivadas duplican largamente lo que el pa�s requiere para su consumo.
S�ptima conclusi�n. Las 12.000 hect�reas legales contempladas por la ley 1008 son generosas en cuanto a los requerimientos nacionales, por lo que la cifra no necesita ser modificada.
Octava conclusi�n. Por primera vez contamos con informaci�n concreta y razonablemente fiable sobre una cuesti�n crucial que permite la aplicaci�n de pol�ticas nacionales sobre el tema. Pol�ticas no basadas en la presi�n intolerable de los Estados Unidos ni en los argumentos sesgados de los cocaleros.
Estos hechos nos obligan a todos. Hay que colocar en su exacta dimensi�n el contexto ritual de la hoja y desacralizarla como s�mbolo de todos los "dones" de nuestros antepasados. Hay que establecer una pol�tica de Estado que defina metas y tiempos de reducci�n consensuada de cultivos hasta el l�mite necesario. Hay que hacer una nueva definici�n �basada en el realismo pol�tico� de los espacios geogr�ficos de los cultivos que cubran las 12.000 hect�reas mencionadas y a partir de esos par�metros terminar con los territorios libres, la arbitrariedad y la impunidad en regiones controladas por sindicatos amparados en su poder, poder alimentado por la evidencia de que el camino al palacio de gobierno estuvo y est� alfombrado de hojas de coca.
El estudio de la Uni�n Europea se mantuvo en reserva por la gigantesca presi�n de los sindicatos cocaleros, presi�n que revela la verdadera naturaleza de las relaciones actuales entre el gobierno y uno de sus pilares fundamentales. Hay alguien en esa ecuaci�n que est� de reh�n. Son las iron�as de la historia. Del otro lado del escritorio, por mucho que Morales ostente el cargo de secretario ejecutivo de la federaci�n, es consciente de que su primera obligaci�n es la que le demanda la presidencia de diez millones de personas. Escoger no deber�a ser dif�cil, pero la realidad es cruda y la dificultad salta a la vista. Sin embargo, la responsabilidad de estado no deja ning�n margen de juego, o no deber�a dejarlo.
No se trata, como podr�a parecer, de una ingenuidad. La verdad objetiva es que el �nico gobierno que puede encarar esta tarea con posibilidades de �xito es el del Presidente Morales. �Por qu� debe hacerlo? Por razones �ticas sin duda, por los compromisos internacionales de Bolivia, tambi�n; pero por sobre todas las cosas por una elemental mirada de futuro. El pa�s, el propio gobierno, est�n jaqueados por el narcotr�fico, los riesgos de que la situaci�n se salga de control son cada vez m�s altos. El incremento de la violencia se vive diariamente en nuestras principales ciudades, el descaro con el que se produce droga no tiene l�mites, la presencia del crimen organizado y de carteles de droga se percibe cada vez m�s, el v�nculo entre productores y sindicatos y el crimen organizado puede intuirse sin demasiado esfuerzo por la naturaleza del circuito de producci�n, tr�fico y consumo.
La primera prioridad es un camino que termine con el discurso de la hoja sagrada y que, aceptando sus usos tradicionales, reconozca a su vez que incluso el consumo inmoderado por la v�a del acullico produce adicci�n y que esa adicci�n, como cualquier otra, no puede ni celebrarse ni fomentarse. No tiene asidero alguno convertir el defecto en virtud. La coca como instrumento de opresi�n colonial fue elevada a los altares en el �ltimo cuarto de siglo por razones sindicales y pol�ticas. Fue la respuesta natural al extremo irracional de la pol�tica estadounidense que condujo al abismo al sistema pol�tico de la primera fase de la democracia (1982-2003). Hoy esa fase termin� y no puede seguir como argumento para no dar un giro radical en el que se juega la suerte de toda la sociedad.
El primer mandatario debe analizar sin complejos lo que el problema significa hoy y el abismo ante el que est� el pa�s si no es capaz de encarar la b�squeda de soluciones a los graves desaf�os que tiene por delante. Insisto, este como ning�n otro gobierno tiene la posibilidad de resolver el entuerto, o de hacerlo tan grande que terminar� destruyendo valores, convivencia, paz interna y por supuesto la propia gobernabilidad que le proporcion� a �l mismo.