Miércoles, 15 de enero de 2014
 

ESCENARIO GLOBAL

Vigésimo aniversario del Nafta

Vigésimo aniversario del Nafta

Alberto Zelada Castedo.- Según fuentes autorizadas, en 1994 el monto de las exportaciones diarias de México a Estados Unidos fue de un poco más de 141 millones de dólares, mientras que en 2012 llegó a 788 millones de dólares. A su vez, las exportaciones mexicanas a Canadá pasaron de 8 millones de dólares por día en 1994 a más de 57 millones de dólares en 2012.
Estos resultados son atribuibles al régimen jurídico de preferencias comerciales instituido por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) de cuya entrada en vigor se han cumplido 20 años.
Aparte de representar un conglomerado importante de la economía global, el Nafta tiene la singularidad de haber incorporado a México, considerado en su momento un país en desarrollo, a uno de los programas de integración económica más ambiciosos surgido en las postrimerías del siglo XX. Poco antes de la suscripción de este tratado, Estados Unidos y Canadá ya habían suscrito un tratado de libre comercio.
Aparte de esta característica, el Nafta se destaca por no estar limitado a la simple liberalización del comercio de bienes entre los países participantes. Incluye, también, regímenes especiales sobre liberalización del comercio de servicios, inversiones y protección de la propiedad intelectual, sin dejar de lado ciertas normas relativas a protección del medio ambiente y asuntos sociales. Por estas características, el Nafta ha servido de modelo en numerosas negociaciones sobre tratados de libre comercio entre países miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC), incluidos varios latinoamericanos como Colombia, Perú, Costa Rica y Chile.
Ni en Estados Unidos ni en Canadá se discute mucho los buenos resultados que ha tenido la aplicación del Nafta. En cambio, los puntos de vista sobre los resultados para México distan de ser uniformes. Para algunos observadores y analistas, el país ha obtenido indudables beneficios de su participación en este ambicioso programa. Para otros, los resultados no son totalmente satisfactorios.
En términos generales y un tanto desde la perspectiva estadounidense, Mary Anastasia O´Grady del diario Wall Street Journal sostiene que quienes predijeron que el Nafta produciría “desempleo y pobreza”, se “equivocaron claramente”. En todo caso, el tratado ha “generado riqueza y oportunidades y aumentado la competitividad global de América del Norte”.
Con el mismo ánimo optimista, un autorizado observador mexicano como Carlos Castañeda opina que el Nafta es “una historia innegable de éxito” para México. A su juicio, la participación en el programa de integración influyó en que los mexicanos “abrieran sus cabezas” y se lanzarán a un proceso de rápida modernización.
Corroborando esta apreciación, otro analista, el intelectual argentino Emilio Cárdenas, piensa que la pertenencia al Nafta, aparte de las consecuencias económicas, ha contribuido a “generar un clima que ha permitido a México afianzar la democracia y consolidar una clase media que crece vigorosamente”. De igual modo, ha estimulado la aplicación de una “política macroeconómica seria y estable”.
Otros comentaristas se muestran menos optimistas. Así, por ejemplo, Carlos Acosta Córdova, sin negar que, en parte, gracias al Nafta, México es hoy una “potencia exportadora”, señala que han quedado importantes tareas pendientes. Entre otras, no se cumplió la expectativa de “equiparar los sueldos con los de Estados Unidos, impulsar el empleo, reducir la pobreza y proteger el medio ambiente”. A pesar de esto, para este analista no hay marcha atrás, pues los tres países ya están fuertemente integrados económicamente y se muestran dispuestos a seguir por el mismo camino.
Pese a las discrepancias, existe coincidencia en que en los dos pasados decenios se ha operado una profunda transformación en el monto y la estructura de las exportaciones mexicanas, gracias al Nafta y a otros factores derivados de la economía global. Las manufacturas ocupan un lugar preeminente en la composición de las ventas al exterior, en particular a Estados Unidos y Canadá. No se niega que algunas actividades agrícolas han tenido dificultades, pero otras se han beneficiado también de la apertura del mercado de América del Norte.
En síntesis, la experiencia de integrar su economía a las de los otros dos países de América del Norte arroja para México un saldo positivo. Si quedan tareas pendientes, la mejor respuesta está en un renovado esfuerzo para profundizar la integración alcanzada.