Sábado, 1 de marzo de 2014
 

EDITORIAL

Bolivia y la furia de la naturaleza

Bolivia y la furia de la naturaleza



Si algo bueno se puede esperar de los desastres actuales, es que sirvan para reflexionar sobre nuestra responsabilidad

Los primeros dos meses del año que transcurre se han caracterizado en todo el mundo por fenómenos climáticos extremos. Olas de frío glacial en Europa y Norteamérica, precedidas y seguidas de olas de calor igualmente inusitadas, inundaciones alternadas de sequías que rompen todos los registros históricos, entre muchísimos otros cambios climáticos menos notorios pero no menos importantes, son ya una constante en la agenda informativa planetaria.
Con la esperanza de desentrañar las causas de tan notables fenómenos climáticos y así poder prevenir sus consecuencias, los principales centros de investigación científica del mundo hacen sus mejores esfuerzos y tanto los gobiernos como los organismos internacionales dedican cada vez más recursos a tal fin. Pese a ello, no hay un consenso y las teorías sobre las causas y consecuencias de lo que está ocurriendo suelen confundir más que ayudar a la hora de hacer algo al respecto.
Hay sin embargo algunos hechos que por lo objetivos que son están más allá de cualquier duda. Y entre ellos, se destacan dos que a los bolivianos nos deben interesar por razones obvias.
Uno, es que nuestro país es uno de los más vulnerables, uno de los que está condenado a sufrir con más intensidad las consecuencias del caótico comportamiento del clima planetario. Inundaciones alternadas con sequías extremas son sólo el aspecto más visible del problema.
La razón que explica que Bolivia esté entre los países más afectados es muy natural. Es que por nuestra ubicación geográfica, la diversidad de nuestros suelos y la flora y fauna que albergan es extraordinaria, muy superior al promedio planetario. Nuestro país es una síntesis del clima planetario y es por eso natural que también sea una síntesis de sus desajustes.
La segunda razón por la que esas características nos deben preocupar es la más importante. Es que por las mismas razones, Bolivia es uno de los países que más puede aportar, para bien o para mal, a la salud ambiental del planeta. Sea para su preservación o para su destrucción, de lo que haga o deje de hacer Bolivia con sus políticas ambientales depende en gran medida que los problemas climáticos se alivien o agraven.
Fue por tan enorme privilegio, que por supuesto conlleva una responsabilidad proporcional, que las organizaciones ambientalistas del mundo vieron con mucha esperanza el mensaje con que el actual gobierno inició su gestión hace ya ocho años. Y por eso mismo, ahora ven con una decepción igualmente grande la falta de correspondencia entre la prédica supuestamente inspirada en la defensa de la Pachamama y una práctica que no sólo que no se compadece de ella, y lo que está ocurriendo en las llanuras benianas es la más perfecta y elocuente expresión de esa contradicción.
Felizmente, aunque el daño ya es demasiado grande, no es tarde para hacer un alto en el camino y revisar algunos de los fundamentos sobre los que se sostiene la política de desarrollo económico de nuestro país.
Por eso, si algo bueno se puede esperar de los desastres actuales, es que sirvan para reflexionar al respecto antes de que sea demasiado tarde.