EDITORIAL
El legado de Hugo Chávez
El legado de Hugo Chávez
Un año después, la incertidumbre, el empobrecimiento económico, el debilitamiento de sus instituciones siguen siendo el principal legado de Hugo Chávez Frías
Hace un año, cuando a través de un breve mensaje Nicolás Maduro oficializó el anuncio de la muerte de Hugo Chávez, fue unánime la suposición de que el vacío dejado por el comandante de la revolución bolivariana no podría ser llenado por sus herederos políticos y sucesores. Ahora, cuando la crisis económica ha llegado al borde del colapso, cuando las protestas callejeras mantienen en vilo a las principales ciudades de Venezuela y cuando no se vislumbra en el horizonte político una salida razonable, ese término, “incertidumbre”, sigue siendo el que mejor se adecua para describir la realidad venezolana.
Un año, el que ha transcurrido desde el fallecimiento de Chávez, sin que el panorama se haya modificado sustancialmente, es la más elocuente manifestación de la otra característica de la situación económica, política y social de Venezuela. Es que el país sigue hoy tan polarizado como hace 14 años, dividido en dos partes prácticamente iguales –y ninguna de ellas tiene la fuerza suficiente para imponerse sobre la otra.
Para dar más complejidad al panorama, la división entre quienes apoyan al gobierno de Maduro y quienes se le oponen no es la única. Ambos bloques están a su vez atravesados por diferencias internas, lo que si bien atenúa el riesgo de que la polarización degenere hacia una confrontación violenta, también aleja la posibilidad de que una negociación entre las partes en conflicto conduzca hacia un pacto mínimo alrededor de la preservación de la paz y la búsqueda de una salida concertada a la crisis.
En ese escenario, y tal como viene ocurriendo desde hace 15 años, la oposición no se muestra capaz de superar sus ya históricas limitaciones. Entre ellas, más que falta de unidad, se destaca la ausencia de una visión política capaz de trascender la coyuntura inmediata para proyectarse hacia la construcción de un proyecto político alternativo al enarbolado por el chavismo. Así, aparentemente sin haber aprendido nada de los errores acumulados, quienes todavía creen que mediante las protestas callejeras o incluso una insurrección popular lograrán derrocar al régimen no hacen más que dilapidar las fuerzas acumuladas y dar elementos cohesionadores a sus adversarios.
En el plano internacional no es muy diferente el panorama. Es que si bien es evidente que Maduro está muy lejos de poder compararse con la dimensión continental que alcanzó el liderazgo de Hugo Chávez, no es menos cierto que la oposición tampoco ha logrado mostrarse al mundo como merecedora de algo más que retóricas expresiones de solidaridad cuando los excesos autoritarios amenazan con romper ciertos límites.
En esas circunstancias, y dados los antecedentes acumulados durante los últimos 15 años, todo parece indicar que la incertidumbre, el empobrecimiento económico, el debilitamiento de sus instituciones y el extravío de las organizaciones opositoras seguirán siendo, por lo menos en el corto y mediano plazo, el principal legado de Hugo Chávez Frías.
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