RESOLANA
El mundo al revés
El mundo al revés
Carmen Beatriz Ruiz.- "La danza se inicia y poco a poco se apodera de los participantes. Abundantemente surtida de alcohol y coca, la fiesta se va haciendo más y más animada. Todos están poseídos por un mismo movimiento, cuyo ritmo uniforme, repetitivo e hipnótico conduce inevitablemente a un estado de trance compartido del que es imposible sustraerse. Las individualidades desaparecen devoradas por el ser colectivo que va cobrando realidad, el ayllu convertido en una unidad orgánica tangible con determinación propia. A través de esta confluencia catártica, la comunidad comulga consigo misma y con la naturaleza circundante, afirmando su voluntad de vida (invariablemente la fiesta está orientada a asegurar la supervivencia colectiva)” (Fernando Montes Ruiz. La máscara de piedra. Simbolismo y personalidad aymaras en la historia).
La descripción de la fiesta aymara que hace Montes, a caballo entre la antropología y el sicoanálisis, explica con claridad el sentido ritual que ésta tiene en el altiplano y, probablemente por eso, la aparentemente fácil relación sincrética que las costumbres andinas hicieron con las costumbres cristianas impuestas por los españoles. Una de ellas fue el carnaval.
El carnaval o fiesta de la carne se celebra en muchas partes del mundo. Es una fiesta movible, según el calendario cristiano, que dura tres días y comienza antes de la cuaresma, es decir cuarenta días antes de la Semana Santa. En algunos lugares son momentos emblemáticos de desenfreno, como ocurre con el carnaval de Río de Janeiro, Venecia o Nueva Orleans, cada uno con sus propias características según la cultura que los desarrolla. Entre nosotros, en los Andes, se mantiene la impronta de los bailes aymaras rituales: bailar en escuadras rigurosamente emparejadas, la seriedad como señal reverencial, más que la alegría; las simbologías de la exageración y la burla de los signos del poder y de los poderosos, y la ostentación como demostración de riqueza, también como parte del rito, para expresar la obligación de compartirla.
Varios estudios indican que el carnaval nació hace más de cinco mil años entre diversas culturas del norte como parte de una costumbre obligada, consumir los alimentos guardados durante el invierno para que no se echaran a perder con el inicio del clima más cálido de la primavera, cuando los alimentos frescos vendrían a remplazar los guardados. De ahí la asociación de la fiesta con el exceso de consumo de comida, lo que explica denominaciones como mardi grass, jueves grasso, fiesta de la carne, casnestolendas, etc. En cada caso hay comidas especiales que, sin sorpresa, contienen los productos de la cosecha de esa temporada. En Bolivia comemos el puchero (tataranieto del cocido español) que mezcla, juguetonamente, varios frutos estacionales que hasta hace pocos años sólo podían encontrarse entre febrero y marzo.
El carnaval tiene una dimensión económica importante, a través de una cadena económica que tiene sentido y lugar propio para el trabajo de miles de artesanos, comerciantes, transportistas y productores de bebidas y comida. Pero su sentido primordial, que permanece hasta la actualidad, es la impronta del descontrol y de la permisividad. Durante unos días pone el mundo al revés, en un corte simbólico de la realidad, para hacernos creer que darle la vuelta es posible. ¡Salud!
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