EDITORIAL
De vanguardia a furgón de cola
De vanguardia a furgón de cola
Triste fin sería el fin de una organización sindical que fue ejemplo en América Latina por su unidad y pluralismo democrático, si terminara como un apéndice de un proyecto de poder sectario
La decisión de los dirigentes de la Central Obrera Boliviana (COB) de arriar la bandera de la independencia de clase del sindicalismo del país para establecer una alianza con el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), aparentemente a cambio de algunas prebendas, no puede pasar como una anécdota más.
La historia de la COB muestra que su calidad de entidad “matriz” del movimiento popular del país se ha debido, en gran parte, a su clara independencia de los sucesivos gobiernos que han ocupado el Palacio Quemado, pues ha sido esa independencia la que hizo posible que en su seno coexistan las diferentes expresiones políticas existentes en el país, particular, pero no únicamente, de la izquierda ideológica.
De ahí que cuando en la COB se adoptaban decisiones, luego de largas y a veces tediosas sesiones, éstas eran acatadas disciplinadamente por sus afiliados, y también por los partidos políticos que participaban en el debate a través de sus militantes. Así, generalmente, los partidos adecuaban sus acciones a esas decisiones y nunca, hasta ahora, a la inversa.
Gracias a este método es que en Bolivia no hubo (salvo infructuosos intentos prohijados por algunos gobiernos de turno) entidades sindicales paralelas a la COB, situación que ha sido importante referente de los diversos movimientos sindicales de la región, más bien permanentemente divididos por la participación directa de los partidos políticos.
Hoy, por la conjunción de un claro desconocimiento de la historia, por el afán de copar todo espacio de poder por parte del MAS y la venalidad de algunos dirigentes sindicales, esa COB unitaria podría estar viviendo sus últimos días, pues la identificación político-ideológica y electoral por la que han optado sus dirigentes hace explotar su principal cimiento: el de la unidad superior de los trabajadores. Así, ya han surgido importantes críticas a este proceder de parte de varios sectores sindicalizados y es probable que sólo sea cuestión de tiempo hasta que finalmente, por el carácter sectario de la entidad, decidan impulsar nuevas formas de organización.
De esta manera, el MAS da un paso más en la tarea de debilitar al movimiento popular organizado. Ya lo ha hecho con la mayoría de las organizaciones sociales, particularmente de las campesino-indígenas, ha copado la principal confederación campesina y divide aquellas organizaciones que no optan por ese partido y el gobierno. Y lo hace, corresponde anotar, convencido de que es expresión del pueblo. Se trata de una errada percepción que sólo significa la sumisión de las organizaciones a un proyecto de poder específico, como ha sucedido en Cuba y Venezuela, países donde una de las primeras acciones de los nuevos inquilinos del poder fue desarticular al movimiento popular organizado para someterlo a las decisiones del partido.
Triste fin de una organización sindical que fue ejemplo en América Latina por su unidad y pluralismo democrático interno, que enfrentó con sacrificio y éxito a dictaduras militares y diferentes intentos de copamiento sectario y que, salvo acciones de salvataje, terminará como un apéndice de un proyecto de poder sectario.
|