RAÍCES Y ANTENAS
Yachay, compañero manta
Yachay, compañero manta
Gonzalo Chavez A.
Las luminosas trompetas del proceso de cambio anuncian la gran novedad. Ya no es la época de las nacionalizaciones, ahora es el tiempo de la industrialización de los hidrocarburos y los minerales. Con un pequeño retraso de un par de siglos, se pregona la llegada de la primera revolución industrial. Cuando las economías más interesantes en el mundo entran a la era del conocimiento, por estos paisajes de Dios se busca agregar valor al estaño, la plata y el gas natural. Las fundiciones, los fierros y las grandes obras del nacionalismo desarrollista encandilan con sus luces de progreso. Un satélite que, dizque ciego, produce cataratas de llanto y emociones a raudales. Un teleférico es denominado el Pegasus andino, el caballo volador, y, por supuesto, hace avergonzar al tren de 1800, que era llamado el caballo de hierro por los originarios norteamericanos. Una planta separadora de líquidos arranca odas y poesías a la modernidad.
La pregunta central es cuán orgullosos deberíamos estar de recorrer el mismo camino de Inglaterra de finales del siglo XIX. Pues habrá mucha gente que dirá, por algo se empieza. Pues bien, reconozco que en la coyuntura actual, tienen razón, este es un camino a seguir aunque no el único. Con esta visión etapista de desarrollo, con paciencia, en otro siglo, llegaremos a la tercera fase de la revolución industrial. Entre tanto, me inscribo en un grupo de soñadores que piensa que Bolivia también puede saltar directamente a la revolución del conocimiento. Varios países de América Latina siguen este camino. Pero recapitulemos este proceso histórico.
La primera revolución industrial se caracteriza por reemplazo parcial del trabajo manual por diversos tipos de máquinas. Es el inicio de la mecanización de las industrias textiles y el desarrollo de la fundición del hierro. En este periodo, el transporte se modernizó con los ferrocarriles y la innovación tecnológica más importante fue la máquina a vapor. Esta revolución se concentró en Inglaterra.
La segunda revolución industrial se vincula al surgimiento de nuevas y mejores técnicas de producción, y una nueva clase de industrias, como la petroquímica, la electricidad y los automóviles. En este periodo se desarrollan países como Alemania, Estados Unidos, Japón y Rusia. En este periodo se desarrollan las energías generadas por petróleo y gas natural. Las principales innovaciones son el motor a combustión interna y la aeronáutica.
La tercera revolución industrial o revolución de la inteligencia y el conocimiento está vinculada a los cambios de las tecnologías de información y comunicación. Esta revolución se basa en energías renovables en base al hidrógeno, redes de distribución de energía eléctrica "inteligentes", manufactura digital, nanotecnología, tecnologías de la información y sus diversas aplicaciones en el computing cloud. Los lugares de esta revolución en curso son las ciudades creativas y los territorios inteligentes. La tercera revolución industrial puede ser hecha en la base de la pirámide social, beneficiando a los más pobres.
Las nuevas élites del poder insisten en que los bolivianos (as) sigamos mirando al suelo, andemos agachados buscando minerales y petróleo, que sigamos anclados en la primera o máximo segunda revolución industrial. Por lo tanto, el primer paso para comenzar la tercera revolución industrial es cambiar de postura, es erguirse y levantar la cabeza para descubrir que el futuro económico está en los cielos de la creatividad y la innovación y en las nubes de la Internet. En el ciberespacio.
¿Cómo deberíamos abandonar el siglo XIX y dar un salto al futuro? Aquí algunas sugerencias muy cortas debido a la extensión de la columna. En primer lugar, necesitamos convertir algunas de nuestras universidades en clusters del saber donde confluyan colegios, empresas y sector público con el objetivo de aprender y desarrollar tecnologías de la información vinculadas al desarrollo social. Debemos crear ecosistemas que fomenten la innovación, la creatividad y el desarrollo tecnológico. Segundo, estas universidades deben buscar alianzas estratégicas con sus pares mundiales en desarrollo de tecnologías que particularmente trabajen con productos y servicios destinados a ayudar a las personas que están en la base de la pirámide social mundial. Tercero, el gobierno tanto nacional como local, debería crear unos parques tecnológicos. Cuarto, el Estado debe desarrollar un programa de formación de 500 doctores en diez años en las mejores universidades del planeta, invirtiendo 125 millones de dólares, lo que da 12 por año, ciertamente menos dinero de lo que el Gobierno gasta en propaganda. ¿Sueño? ¿Delirio? No. Varios países de nuestra región van por este camino. Los proyectos más interesantes, la Ciudad del Saber en Panamá, Monterrey en México, Canelones en Uruguay y el reciente Yachay (www.yachay.gob.ec), la ciudad del conocimiento en Ecuador, que en menos de 30 años pretende ser el primer valle tecnológico de América del Sur. El objetivo: superar la economía extractivista y pasar a la revolución del yachay (saber o conocimiento en quechua).
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