EDITORIAL
Un verdadero suicidio colectivo
Un verdadero suicidio colectivo
Es tan grave la contaminación y tan poco lo que se hace al respecto, que según los parámetros de la OMS estamos cometiendo un suicidio colectivo
Hace algo más de un mes, el 1 de mayo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó un informe sobre la calidad del aire en 1.600 ciudades del mundo. El estudio, que midió el nivel de las partículas contaminantes cuyo diámetro es menor a 2,5 micrómetros (PM 2,5), las más peligrosas para la salud porque penetran directamente en los pulmones, identificó a Cochabamba como una de las ciudades más contaminadas del planeta con un promedio de 41 microgramos de partículas nocivas por metro cúbico de aire, cuatro veces más del nivel admisible que es de 10 microgramos. Respirar 40 PM equivale a fumar dos cajetillas de cigarrillos.
Sólo un mes después de la publicación del informe de la OMS, la Red de Monitoreo de Calidad del Aire (Red MoniCA) de ese municipio ha revelado algo muchísimo peor: durante los últimos días la contaminación atmosférica se ha incrementado en más del 300 por ciento, pasando de 50 microgramos a 200 –el equivalente a 10 cajetillas de cigarrillos al día– en sólo tres semanas.
Las causas de tan dramática situación son muchas y varias ya han sido plenamente identificadas. La multiplicación de vehículos que circulan por esa ciudad y las fábricas de ladrillo y otras que todavía usan leña e incluso llantas como combustible son las dos más importantes pero no las únicas. A ellas se suman problemas como el ineficiente sistema de recojo y procesamiento de basura, y la ausencia de una red de alcantarillado adecuada a la cantidad de población existente.
Esta situación se agrava cuando pese a la combinación de todos esos factores Cochabamba sigue sin tener una política ambiental seria. Prueba de ello es que un año y medio después de la implementación de un costosísimo y pomposamente denominado “nuevo plan de recojo de residuos sólidos” los resultados son tan pobres que no han ayudado a mejorar la grave situación, demostrando ser una propuesta improvisada y poco técnica frente a la magnitud del problema. Para agravar el mal, se continúa postergando, década tras década, la construcción de una planta de tratamiento de basura, lo que ocasiona que el botadero de K’ara K’ara sea, después de los autos y las ladrilleras, la tercera mayor fuente de partículas contaminantes, constituyendo otra muestra de lo grande que es la responsabilidad de los gobiernos municipales y del departamental.
No menos ilustrativo sobre el principal origen de la calamitosa situación ambiental de Cochabamba es el hecho de que más del 70 por ciento de la población carezca de servicios de alcantarillado, lo que da una idea de la enorme cantidad de heces fecales que diariamente se incorporan a la atmósfera cochabambina.
Ante tan elocuentes datos –sólo por mencionar los peores entre muchos otros– lo menos que podría esperarse de las autoridades responsables de la salud ambiental del “Corazón de la Madre Tierra”, como burlescamente denominan a nuestra ciudad, sería tener una mirada autocrítica sobre la cuota de culpa que les corresponde y, cuando menos, un propósito de enmienda. Pero no… lejos de ello, insisten en su afán de minimizar el tema y relativizar los fracasos, acelerando de ese modo lo que ya puede calificarse como una especie de suicidio colectivo.
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