COLUMNA VERTEBRAL
Un siglo de política chilena favorable a la soberanía boliviana
Un siglo de política chilena favorable a la soberanía boliviana
Carlos D. Mesa Gisbert.- La tarea de echarse cuentas, o de hacer una competencia para demostrar quien es el verdadero paladín de la unidad de la oposición, está desgastando de manera evidente a líderes políticos que parecen empantanados y atrapados en sus propias mezquindades.
La unidad es sin duda un objetivo ideal, más aún ante la realidad de un candidato tan poderoso y que acumula una carga simbólica tan significativa, pero no puede llegar al punto de convertirse en una obsesión que acabe atrapando a todos en un laberinto sin salida, que además deja de lado las metas fundamentales para la elección de octubre.
La realidad es terca y acaba imponiéndose. Esa realidad indica que por lo menos un tercio del electorado es contrario al Presidente y votará contra él pase lo que pase. Otro tercio hará exactamente lo inverso, depositará su voto a favor de Morales llueve o truene. El tercio restante es el teóricamente indeciso, o cuando menos susceptible de ser captado por el oficialismo o por la oposición, hoy día relativamente fragmentada. Es el tercio que decidirá la elección.
Hagamos dos preguntas a ese abstracto 30%. Primera pregunta ¿Por qué votar por Morales? Por razones tan simples como contundentes; porque en los últimos años las cosas van bien, la economía atraviesa un gran momento, los salarios han mejorado de manera tangible, hay estabilidad política, se puede pensar en el futuro, hay relativamente buenas oportunidades y, finalmente, hay gobernabilidad dentro de una rutina controlada de movilizaciones callejeras. Estos argumentos conllevan implícitos varios miedos ¿Qué pasaría si Morales deja de ser Presidente? ¿Se mantendrá la estabilidad política y la gobernabilidad? ¿Cómo actuaría el actual mandatario desde la oposición con la fuerza que tiene en los llamados movimiento sociales?
Irónicamente, los motivos más poderosos de ese electorado para reelegir de nuevo a Morales no están referidos al cambio, a la utopía de justicia, igualdad e inclusión. Por el contrario, están vinculados a la estabilidad, las certezas, el orden y el éxito económico. Una suma de elementos que están más próximos al ideario conservador que al ideario revolucionario. Ese votante se ha dado cuenta de algo muy significativo, no importa cuán inflamada sea la retórica, cuan radical sea el discurso, lo que importa es la rutina diaria inscrita en el materialismo y el mercantilismo más desatado de nuestra historia.
Segunda pregunta ¿Por qué no votar por Morales? Aquí los argumentos parecen más fuertes pero a la vez están más dispersos; porque ya hizo lo que tenía que hacer, porque ya está de buen tamaño nueve años de un mismo Presidente, porque la concentración de poder está corrompiendo el proceso político que representa, porque muchos de los hombres de gobierno y del MAS están involucrado en actos de corrupción, porque es imprescindible limitar la discrecionalidad y la arbitrariedad que le otorgan los dos tercios en la Asamblea.
Podríamos añadir a la lista de razones otra fundamentales; no hay verdadero Estado de Derecho, no se respetan los derechos humanos (judicialización de la política, presos por razones políticas y exiliados por razones políticas frecuentemente mezclados en el saco de la corrupción), hay un control descarnado por parte del gobierno de los otros tres poderes del Estado, la institucionalidad se ha supeditado a una sola persona a quien se le rinde culto como en cualquier autocracia.
En el caso del Presidente no hay lugar al error. Lo que su gobierno ofrece para el periodo 2015-2020 es más de lo mismo. Pero ¿qué ofrece la oposición? ¿La ilusión de la unidad? ¿Mejorar el manejo económico actual sobre parámetros más o menos similares? ¿Autonomías de verdad? ¿Separación de poderes tangible? ¿Menos corrupción? ¿Gobernabilidad, estabilidad política e interlocución creíble pero firme con los “movimientos sociales”?
Para el éxito de quienes enfrentan al teórico caballo ganador, se trata de combinar algunos ingredientes muy difíciles de obtener. 1. Candidatos fuertes, con carisma, credibilidad y capacidad de seducir al electorado. 2. Estructuras políticas (partidos más que coaliciones) capaces de sobrevivir después de la elección (sobre todo si pierden) y construir bloques parlamentarios coherentes y disciplinados. 3. Programas que nos permitan ver un proyecto histórico alternativo, o cuando menos la idea de que el proyecto iniciado el 2006 se puede administrar mejor. 4. Convencer al país de que es posible un futuro sin Morales.
No hay cosa peor que sentir que tenemos el futuro hipotecado, sea porque está atado a un nombre como si ese nombre fuera inmortal, sea porque acabemos creyendo que en Bolivia no hay ni una sola persona nueva capaz de congregar la ilusión de una sociedad que debe alimentarse de pluralidad, de discrepancia creadora, de propuestas renovadas y sobre todo de genuina convicción democrática.
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