A los cincuenta días
A los cincuenta días
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M..- En este domingo de Pentecostés se recuerda la venida del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles reunidos “en oración”. Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo y nos invita a pensar en la obra que realiza el Santo Espíritu del Señor en cada persona bautizada y en cada creyente que es fiel a Dios y en toda la Iglesia.
Pentecostés significa en griego, día quincuagésimo. El número cincuenta es un número que los judíos tenía muy asimilado, como el número de la plenitud, Esta es la fiesta judía de la recolección agrícola y también de la alianza que los judíos sellaron con Dios en el monte Sinaí a los cincuenta días de la salida de Egipto, guiados por el gran líder y caudillo, Moisés.
El Pentecostés cristiano sucede a los cincuenta días de la Pascua de Resurrección de Jesús. Los apóstoles, durante cuarenta días, recibieron una profundización en las enseñanzas del misterio de la salvación por el mismo Jesucristo resucitado. Así llegan a alcanzar una serie de transformaciones y cambios que les constituyen en verdaderos testigos de Jesús y su Reino. Pero sobre todo con la fuerza del Espíritu Santo que descendió sobre ellos se convirtieron en los poderosos mensajeros del Evangelio y sentían en lo más profundo de sus vidas que el Señor estaba con ellos y los guiaban.
El libro de los Hechos nos cuenta el cambio radical que se dio en aquellas primeras personas de la comunidad cristiana, la Iglesia naciente, cuando el Espíritu Santo bajó sobre ella. Una comunidad llena de miedo y puertas cerradas se convierte en una comunidad valiente y decidida. De una comunidad muda, incapaz de hablar de Cristo, el crucificado, ahora resucitado, en una comunidad evangelizadora. Es la fuerza del Espíritu que está actuando, les llena del Espíritu y les lanza hacia fuera. El texto dice, “se llenaron todos del El espíritu Santo y comenzaron a hablar”.
El día de Pentecostés los discípulos iniciaron una nueva experiencia de Dios. Todo misterio es como un pozo sin fondo, es una verdad que nunca se agota. Siempre se puede sacar más luz de su caudal sin fin. Desde el día de Pascua, siete semanas, los discípulos han ido aprendiendo siempre ¬más y más, sobre el misterio de la salvación que vino Jesús a realizar con su venida al mundo, al igual que nosotros estamos invitados a beber del Espíritu del Señor, que es una fuente inagotable.
La venida de Jesús con su encarnación y nacimiento y la Pascua de Navidad nos introdujo en el gran misterio de Dios que se hace hombre para salvarnos .En la Pascua de Resurrección nos hace nacer a la vida de hijos de Dios; es la fiesta que evoca el bautismo, en Pentecostés, Pascua de Pentecostés, es la plenitud de la Pascua. Es una invitación a despojarnos de nosotros mismos y dejarnos transformar por el por el espíritu de Cristo resucitado. Solemos pedir a Dios, justicia, salud, libertad, perdón de nuestros pecados, éxito en nuestros asuntos, pero lo primero que debiéramos pedir es que nos de su Santo Espíritu.
Pero no basta pedir y pedir, debemos dejarnos transformar por el Espíritu Santo y vivir de acuerdo al Espíritu. En Pentecostés renovamos cada año la gracia del Espíritu Santo recibida en los sacramentos, de manera especial en el sacramento de la confirmación. El Espíritu apareció en Pentecostés como un viento huracanado y aires, pero también aparece, como leemos en Biblia como una suave brisa. El Espíritu es fuego, a esto aluden las llamas de fuego sobre la cabeza de María y de los apóstoles; el fuego calienta, purifica, ilumina y transforma en fuego todo lo que toca.
Jesús dice: “he venido a traer fuego a la tierra y quiero que arda”. EL cristiano está llamado a iluminar con su vida y su palabra. El Espíritu nos da fuerza para ser levadura y luz. Cuando se lee en el pasaje de los Hechos -los ciento veinte discípulos- cómo podríamos imaginarnos que esas pocas personas iban a revolucionar el mundo. Pues bien, con ese pequeño grupo se comenzó en Pentecostés y se ha llegado a tener hoy día más de dos mil millones de cristianos, de discípulos de Jesús en diferentes denominaciones.
El Espíritu Santo sigue presente en la Iglesia, en las comunidades cristianas cuando se reúnen en nombre de Cristo. Y también el Espíritu Santo se hace presente en las familias cristianas, él es el que llena a los matrimonios de su amor. No ha terminado la presencia del Espíritu Santo ni en la Iglesia ni en el mundo. Pentecostés continúa y continuará haciendo su obra de transformación y santificación.
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