¿ES O NO ES VERDAD?
Entramos en una nueva era
Entramos en una nueva era
José Gramunt de Moragas, S.J..- La abdicación del Rey Juan Carlos I de España corona unas dos semanas de terremoto en Europa. Europa contra Europa.
El 2 de junio, el Rey Juan Carlos presentó su carta de abdicación en manos de Mariano Rajoy, jefe de gobierno, a favor del heredero de la corona, el príncipe de Asturias, quien jurará a su cargo el 19 de junio. Letizia, la princesa “plebeya”, será reina.
En la familia real, todos se manifestaron muy contentos por la decisión del “capostipite” borbónico: 39 años de reinado y 75 años de edad.
El anuncio ha descaderado una ola de manifestaciones en Madrid y Barcelona, en las que se pide un referéndum para dar el sí o el no a la continuación de la monarquía, o a lo que sería la IIIª República española...
Nunca la figura de Juan Carlos I había sido tan valorizada por su contribución al afianzamiento de la democracia, después de 40 años de régimen franquista. ¿A qué se debe ese aprecio?
1º. Juan Carlos tuvo la voluntad de romper con sus orígenes en la decisión de Franco, quien le nombró futuro rey. Antes de su muerte, el caudillo había “dejado todo atado; bien atado”, refiriéndose a su propia sucesión. Sin embargo, Juan Carlos pronto se deshizo de aquellos vínculos.
2º. Porque el Rey hizo posible la transición del régimen franquista a la democracia, sin traumas. Nombró al “desconocido” Adolfo Suárez como jefe del gobierno.
3º Juan Carlos decidió abdicar a favor de su heredero, el príncipe Felipe de Borbón Grecia.
Mientras tanto se iba produciendo un gran terremoto político y social en el resto de Europa.
En Francia, el Frente Nacional (ultraderecha) gana las elecciones para el Consejo de la Unión Europea, después de tres décadas de dominio continuado de los socialistas. El frivolón de François Hollande no posee las energías suficientes para dominar la situación: no es el adusto Charles De Gaulle.
En Italia, Beppe Grillo, payaso de oficio de profesión, entró en la política (sin comentarios). Esa tienda política obtuvo buenos resultados en las elecciones para la Unión Europea, acompañado por un grupo de mujeres muy bien preparadas.
Se ha dicho que Italia es el único país europeo en donde una amplia y estable clase media se gobierna mejor que con los gobiernos en permanentes cambios.
En España, el nuevo partido Podemos, de Pablo Iglesias (nieto del fundador del Partido Socialista Obrero Español, PSOE), logra capturar los votos de los Indignados que son muchos pero, hasta ahora, sin jefe ni programa. También capitaliza los votos del Partido Comunista Español, y de otras formaciones nacionales y regionales de izquierda. “Podemos” es una traducción del inglés “We can”, que fue la consigna electoral de Barack Obama.
En el Reino Unido gana votos el representante del independentismo de Escocia. Política chocante cuando los principales productos tradicionales de esa región – el Scotch Whisky y el Scottish salmón son propiedad de empresas internacionales con sede central en Londres. El jefe de ese movimiento antieuropeísta fue calificado por su propia esposa, como fumador y borrachín. Los británicos, siempre originales.
Sin embargo, el terremoto europeo no conmovió el bunker alemán, cimentado sobre la base de la alianza social cristiana-social demócrata, que lidera la incombustible Ángela Merkel.
Más al Este, Putin, el impenetrable ex miembro de la temible KGB, es el único dispuesto a todo para desenterrar los restos de la URSS. Mientras la OTAN se conforma con anunciar sanciones inocuas contra los rusos que provocan la guerra civil de Ucrania.
Eurasia surge como un nuevo concepto geopolítico que reaparece como la vieja Rusia zarista, es decir, un continente con fronteras en casi todo el hemisferio norte.
Tal y como se viene repitiendo, desde que empezó la crisis (económica política, social y cultural), el mundo ha ingresado a una nueva era, con todos los peligros que ello comporta ¿Férreos totalitarismos; liberalismos incontrolables, y toda la gama de los “ismos” que conocemos por la historia.
Sea lo que fuere, no hay ningún jefe de Estado occidental con la convicción y la voluntad de representar un papel tan decisivo en la política mundial de esta primera mitad del siglo XXI, que Vladimir Putin.
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