EDITORIAL
Bolivia y las previsiones del BM
Bolivia y las previsiones del BM
A pesar de las buenas noticias, la dependencia de circunstancias externas es todavía demasiado grande y eso obliga a moderar el optimismo
Hace pocos días, el Banco Mundial ha dado a conocer su informe semestral sobre el estado de la economía global y sus proyecciones hacia el futuro inmediato. Según el estudio, la tendencia es menos halagüeña que la originalmente estimada, especialmente para los países en desarrollo.
Entre las razones que explican esa tendencia descendente, el BM señala la lentitud con que se recuperan las economías de Estados Unidos y Europa, la disminución del ritmo al que crece la economía china y factores nuevos que intervienen en el negativamente escenario de la economía global, como el agravamiento de la crisis de Ucrania.
En el contexto latinoamericano, el BM prevé que las dos mayores economías de la región, México y Brasil, tendrán un desempeño aún más pobre que el originalmente previsto, lo que a su vez afectará negativamente a todas las economías que las rodean.
En medio de ese panorama poco alentador, el BM identifica dos excepciones. Bolivia y Panamá se destacan del conjunto pues serán los dos países cuyo crecimiento estará por encima del 5 por ciento, con índices ligeramente superiores a las previsiones del semestre anterior.
En el otro extremo del espectro latinoamericano, el BM vuelve a identificar a dos países como los que se siguen destacando por su mal desempeño. Venezuela, que no logra salir de sus “agudos desequilibrios macroeconómicos”, y Argentina, cuyas perspectivas son “inciertas”, calificativos que los hacen merecedores del rótulo de “casos aparte” por ser los únicos que sufren una crisis que no guarda relación con las favorables condiciones hasta ahora prevalecientes.
Como es fácil constatar, este informe, como muchos similares divulgados por organismos internacionales durante los últimos meses, coinciden, más allá de los detalles, en reconocer que el desempeño de la economía boliviana es mejor que el promedio latinoamericano y mundial, muy lejos de casos como el venezolano y el argentino, países que a pesar de las similitudes retóricas, en la práctica han adoptado políticas económicas cuyas diferencias se pueden ver a la luz de los resultados.
Sin embargo, y a pesar de que no son pocas las razones para ver con optimismo el futuro inmediato de la economía de nuestro país, no debe pasar desapercibido otro dato que también es compartido por todos los estudios sobre el tema. Es que al no haberse aprovechado los años de bonanza para diversificar las bases de la economía, la dependencia de circunstancias externas es todavía demasiado grande y eso dará lugar, tarde o temprano, a épocas más difíciles que las actuales.
Como no se cansa de advertir el BM, y lo ratifica en su más reciente informe, los países en desarrollo deben prepararse para que el fin de la bonanza actual no resulte demasiado traumático. En términos prácticos y concretos, eso debe plasmarse en la adopción de políticas tendientes a disminuir la dependencia de la renta proveniente de las exportaciones de materias primas -hidrocarburos y minerales- en nuestro caso, para ampliar la base productiva. Y eso, lamentablemente, no es algo que esté haciéndose, por lo menos no con la suficiente eficiencia y rapidez.
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