La desventura de las reformas educativas en Bolivia
La desventura de las reformas educativas en Bolivia
Fernando Yucra Rojas.- Por lo sucedido a lo largo de la historia de la educación en nuestro país, se advierte que los intentos de innovación educativa o las reformas educativas propuestas emergieron de la determinación unilateral de los gobiernos de turno, dirigidas más que a resolver problemas de la educación a fortalecer la doctrina político partidaria del régimen gobernante, en contra de la visión integral del pueblo; en consecuencia, los operadores de la educación y la comunidad en su conjunto no han tenido la oportunidad de proponer procesos de innovación a partir de la reflexión de sus necesidades y exigencias para construir un mundo mejor.
A lo largo del tiempo, los fracasos de las reformas educativas fundamentalmente tuvieron que ver con el descontento social, con la resistencia de docentes y con la indiferencia de padres de familia y de estudiantes con respecto al contenido pedagógico y legal como al procedimiento de implementación de la supuesta transformación educativa, provocando una resistencia activa y pasiva para su concreción en el aula.
En una reforma educativa pertinente, la educación debe ser considerada como una responsabilidad de docentes, estudiantes, padres de familia, de administradores del Estado, de funcionarios de las instituciones, de medios de comunicación, de organizaciones sociales de diferentes ámbitos y de la colectividad en su conjunto; entonces, el diseño, ejecución y evaluación de las reformas educativas debe ser un derecho y deber de todos los bolivianos, entonces las innovaciones educativas significarían la atención a las necesidades, los intereses, las demandas y las visiones de vida de la comunidad.
Al ser el conocimiento y los valores morales elementos fundamentales de la educación, los mismos requieren ser considerados como los factores esenciales para el mantenimiento y la evolución de la especie humana; por lo tanto, cuanto más evolucionados y pertinentes los mismos, permitirán avizorar mejor calidad de vida para la humanidad; en consecuencia, las intenciones educativas, los contenidos de aprendizaje y los procesos de enseñanza previstos en los programas de estudio, inevitablemente requieren sustentarse en los avances de la ciencia y en los valores morales logrados y acumulados por la humanidad.
Cuando se diseña un nuevo modelo educativo, dos son los componentes esenciales que merecen ser trabajados con mucho esmero y de manera colectiva: uno el componente doctrinal y conceptual referido a la visión, a las bases, a los conceptos, a los fundamentos, a los fines y a los objetivos que constituyen el conjunto de intenciones educativas y el sustento teórico; y otro, el componente procedimental relativo a las acciones, a las tareas y a los procesos, que permitan hacer evidentes y explícitas las intenciones educativas, es decir, a visualizar los resultados e impactos en la comunidad.
La educación, bajo cualquier visión política, cultural o económica, tiene la ineludible misión de desarrollar al máximo las potencialidades y capacidades del ser humano en sus ámbitos cognitivo, físico y moral; por ello al diseñar e implementar un nuevo modelo educativo se deben desterrar criterios y pensamientos mezquinos y reduccionistas de la educación, es decir en ningún caso se debe dirigir hacia el interés político partidario del gobierno de turno, al interés económico de quienes detentan circunstancialmente el poder, al interés cultural del grupo humano que administra el Estado o al interés social del estrato social que gobierna eventualmente el país; corresponde sin mezquindades proyectar la educación hacia la construcción de un mundo mejor, donde haya paz, vigencia de derechos humanos, mayor producción, distribución equitativa de las riquezas, libertad con responsabilidad, práctica de valores y protección de la naturaleza.
Una reforma educativa para su ejecución, inevitablemente, debe contemplar dos componentes fundamentales, los mismos que requieren ser consensuados con la comunidad y los operadores de la educación, uno el componente pedagógico y otro el componente legal, que obligatoriamente deben ir juntos de manera complementaria; el componente pedagógico que precisa los nuevos y renovados conceptos, intenciones, contenidos y procesos educativos; el componente legal que mediante las distintas disposiciones legales como leyes, decretos supremos, resoluciones ministeriales y resoluciones administrativas eleven al rango de fuerza legal a los diversos documentos pedagógicos, respeten los derechos de los operadores de la educación, organicen mejores condiciones de trabajo, asignen los recursos necesarios, asignen las funciones de los administradores y operadores de la educación y designen como autoridades educativas a los mejores profesionales, de tal manera que la comunidad asuma con entusiasmo y convencimiento el nuevo proceso educativo en sus distintos componentes.
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