Jueves, 17 de julio de 2014
 

TORMENTA MUDA

La moda jurásica

La moda jurásica

Juan José Anaya Giorgis .- ¿Cómo cambiar la frivolidad cultural que la industria del entretenimiento sembraba en las masas? Fue una pregunta que despertó profusa preocupación entre las productoras estatales de cine y televisión europeas, durante los tiempos felices del Welfare State. A la comercialización cultural dominada por los intereses gananciales de la empresa privada, estas contrapusieron la divulgación, también masiva, de documentales sobre ciencia y arte, muchas veces subsidiados por el tesoro público.
Se trataba de traducir las maravillas de aquellos complejos mundos, al lenguaje de la vida cotidiana, sin falsificar su originalidad, por un puñado de dólares publicitarios a cambio de socavar sus fines educativos. Como parte de las últimas generaciones que todavía crecimos a la sombra del muro de Berlín, me resulta imposible no destacar los programas de la Transtel alemana sobre historia natural. Mirando Transtel descubrí que la biología era aún más sorprendente que los poderes irreales ideados para los héroes súper populares del cine.
Una de las consecuencias del advenimiento hegemónico de la cultura neoliberal en el mundo, como resultado de la caída del muro de Berlín en 1989, que siempre lamento, comprende, precisamente, la extinción absoluta del género documental que los canales estales europeos producían, sin fines de lucro, para todos los pueblos. Actualmente, el género documental sobre historia natural se reduce a un rótulo que las cadenas de TV cable como Discovery, Animal Planet o History Chanel utilizan para envasar programas con todo tipo de contenidos sórdidos.
Te enchufan “realities” protagonizados por supuestos naturalistas que molestan a los animales para divertir a gente descriteriada, otros presentan la vida natural bautizando a los animales con nombres humanos y los vuelven personajes de una mala novela, cuyo guión nada tiene que ver con su vida real. Sólo importan los dólares impresionando al público con teorías pseudocientíficas, especialmente cuando abordan la historia de los dinosaurios. En 1993, Steven Spielberg batió por tercera vez el récord mundial de taquilla con Jurasic Park. Según Wikipedia, esta película fue una maestría de los efectos especiales y la narrativa visual, que devolvió la fama y popularidad, a esas olvidadas criaturas de miles de años: los dinosaurios (http://es.wikipedia.org/wiki/Steven_Spielberg).
Seguramente los efectos de Jurasic Park fueron novedosos, pero difícilmente devolvió fama a unas criaturas que siempre la tuvieron, especialmente entre los niños. Spielberg no puso la lente sobre los dinosaurios buscando inquietar a las masas sobre historia natural, lo hizo buscando billete, como es usual en él, y con ese propósito, cosechó excelentes resultados. Probado el lucro comercial de la pseudopaleontología inherente a los grandes reptiles, sobrevino una ola de imitadores en TV cable, cuyo denominador común, ha sido la inexistencia de rigor científico.
De pronto surgió una entomología sobre dinosaurios, y afirmando incluso que tenían sangre caliente, reconstruyen sus hábitos con endeble evidencia científica, o en el mejor de los casos, ocurrentes hipótesis difíciles de probar. Lo negativo, en sí, no es la ficción de dichos programas, sino su impostura disfrazando de ciencia a su ficción. De esa manera las maravillas del mundo paleontológico son eclipsadas con vulgares trivialidades, anulando la curiosidad natural de los niños, como también su capacidad para descubrir lo desconocido.