Viernes, 3 de octubre de 2014
 

EDITORIAL

Retorno a la “normalidad” penitenciaria

Retorno a la “normalidad” penitenciaria



Todo parece indicar que el caso de El Abra, como el de Palmasola hace un año, no será nada más que un capítulo de una historia sin fin

Algo más de dos semanas han transcurrido desde los cruentos enfrentamientos entre bandas rivales de reclusos en la cárcel “de máxima seguridad” de El Abra, en Cochabamba, y, tal como era de temer, poco a poco se va restableciendo la normalidad, sí así se puede llamar a las condiciones en que se desarrolla la rutina diaria en ese como en todos los demás presidios de nuestro país.
Como también era de esperar, a tal situación se va llegando paulatinamente sin que ni remotamente se vislumbre alguna señal esperanzadora y todo indica más bien que se mantendrán inalterables todos los factores que se suman para hacer de las cárceles bolivianas un verdadero motivo de vergüenza nacional.
No es difícil hacer tan pesimistas previsiones porque ya son muchos los casos anteriores que dan sólidos motivos para dudar de la eficacia y sinceridad de las medidas que se toman supuestamente para superar las causas de la crisis del sistema penitenciario.
Una muestra de esa ya inocultable falta de voluntad son los simulacros de investigación con que las autoridades del área pretenden ocultar su rendición ante el poder de las organizaciones del hampa que, según todos los indicios, son las que tienen bajo su control el sistema penitenciario de nuestro país. Basta recordar al respecto la facilidad con que pasó al olvido lo ocurrido hace algo más de un año en Palmasola sin que haya habido ni la más mínima muestra de voluntad estatal para afrontar las causas del desastre.
Los abundantes hechos delictivos que cotidianamente se cometen en todas las cárceles de país ante la vista y paciencia, cuando no activa complicidad de las autoridades policiales, son en sí mismos la más elocuente prueba de la gravedad del problema. Y por si la realidad cotidiana no fuera suficiente para dar cabal cuenta de la permanente crisis en nuestro país, durante los últimos días se ha conocido el Reporte de Economía y Desarrollo de la Corporación Andina de Fomento, según el que Bolivia se destaca entre todos los países de América y Europa por ser el que tiene mayor porcentaje de presos (80%) sin sentencia y el tercero, sólo después de El Salvador y Venezuela. con mayor hacinamiento carcelario.
Paradójicamente, Bolivia también figura en un lugar destacado entre los que destinan mayor porcentaje de su presupuesto a gastos supuestamente relacionados con la seguridad ciudadana. En efecto, los ministerios de Gobierno y Defensa gozan de unas asignaciones presupuestarias muy superiores a las que se dedican a otros rubros, como educación o salud, desmesura que suele ser justificada en nombre de la necesidad de no escatimar recursos para velar por la seguridad de las personas.
Sin embargo, y más allá de las declaraciones oficiales, una mirada somera sobre la realidad carcelaria es por demás suficiente para constatar que la crisis del sistema penitenciario está muy lejos de figurar entre las prioridades gubernamentales. Así lo confirman las bajísimas partidas presupuestarias destinadas a tal efecto.
En esas circunstancias, y dados los antecedentes del tema, todo parece indicar que el caso de El Abra, como el de Palmasola, no será nada más que otro capítulo de un drama que está muy lejos de tener un punto final.