Miércoles, 12 de noviembre de 2014
 

DESDE LA TRINCHERA

Glorias y desventuras de don Juan

Glorias y desventuras de don Juan

Demetrio Reynolds.- No es una alusión al don Juan político, líder de los “sin miedo”. Nada que ver con él; esta es otra cosa. Traemos a cuento un famoso personaje literario. Y en realidad no es sólo literatura. Es un tipo genérico conocido en la psicología del amor. ¿Dónde no hay un don Juan criollo? “Aguilillo” lo llaman las “cambitas” y lo retratan en una linda canción como a un simpático galán, tras del cual corren enamoradas; “porque les gusta como sos”.
Este es un comentario breve de ese personaje.
Por lo que he visto y recogido de mis lecturas, es evidente que los atributos del artista y de Don Juan nunca se dan juntos en una misma persona. La naturaleza es sabia en distribuir sus dones con equidad. También otro tanto ocurre con las mujeres, ¿Se fijó alguna vez? La belleza y el talento no se prodigan juntas en la personalidad femenina. La muy inteligente suele no ser bonita, y la hermosa es casi siempre negada de talento. Otras veces suelen ser bellas por fuera y feas por dentro. Como testimonio, es suficiente recordar las tonterías que saben responder las famosas reinas de belleza cuando algo serio se les pregunta. No todas son así, claro está.
Don Juan atesora algunas notorias habilidades en la conquista del amor. Es seductor no tanto por su atractivo físico como por cierto ingenio ocurrente que le facilita el acceso a la amistad de quien desea conquistarla. Pero no es serio. Es típicamente el aventurero del amor. Es el “marinero que besa y se va…”
Los que lo ven por fuera creen que es feliz. Sin embargo, el reverso interior de esta apariencia es el no poder sentir una autentica emoción sentimental. La pasión no es piedra de su cantera. Consigue despertar el amor, pero él no es capaz de amar. Ignora las tribulaciones por alcanzar un sueño; no conoce las mortificaciones de la duda, ni el dolor que viene desde el corazón a los ojos. Pero tampoco disfruta de la conquista tras un laborioso empeño. Desconoce en absoluto esa dicha.
Pero es un verdadero artista en la representación de la emoción sentimental; refleja en los ojos, en el ademán y la sonrisa lo que en realidad no siente. Cuando fracasa alguna vez, no demuestra nunca su contrariedad. Se retrae cauteloso. Es un reto que recoge en silencio. Con infinita paciencia espera y busca otra situación más propicia. ¡No fracasa dos veces nunca! La desdeñosa casi siempre termina llorando en sus brazos.
Cumplida su vanidad (es vanidoso por excelencia), se aparta con frialdad de actor que abandona el escenario cuando cae el telón, a veces hasta con cinismo y jactancia. En cambio, la suerte del intelectual o del artista es diferente. Diríase que es exactamente el reverso de la de Don Juan. Los tipos ejemplares de esta especie corren por el mundo literario con distintos nombres; don Quijote y Werther son los más conocidos en el mundo de la letras. Todos cuantos se parecen a ellos en la vida real, son seres sentimentales; en ellos el corazón parece caminar a pie descalzo, en permanente actitud de ruego. Cuanto más desdeñosa e indiferente se muestra la amada, tanto más ardor y pasión se afinca en ellos. De las desilusiones y del dolor que causan sus amores imposibles nace luego el arte con esa dolorosa autenticidad de la experiencia vivida. Obviamente, siempre que haya talento para ello.