Sábado, 6 de diciembre de 2014
 

DESDE LA TIERRA

Una idea, una promesa

Una idea, una promesa

Lupe Cajías.- Finalmente lanzan una campaña destinada a las niñas/mujeres entre 11 y 14 años, la edad preciosa en la que una chica suele definir sus gustos externos, sus melancolías, la idea del amado y muchas veces, las ideas y sensaciones básicas que marcarán su mismidad.
La iniciativa de Maricruz Rivera, no sólo como compañera del alcalde paceño Luis Revilla, sino sobre todo como mujer exitosa en belleza física y profesión, de formar un Club (palabra provocativa) de muchachas para unirse en la afirmación de su ser, es la primera que reconozco con un potencial real. No viene de entidades con consignas foráneas o de mujeres fundamentalistas, sino desde la vivencia de alguien que se ama a sí mismo.
En la presentación de las primeras activistas, la idea fuerza es justamente esa: el primer gran amor es aquel que cada uno aprende a desarrollar mientras se mira al espejo y encuentra una imagen que le complace. Le complace porque no se guía por estereotipos que difunden con tanta insistencia los medios de comunicación (la tele) y la publicidad, sino porque su entorno y ella misma aprende a apreciar lo que heredó, colores de piel, de ojos, cabello liso…
Amarse a una misma ayuda a mirar al entorno desde la serenidad del águila y no desde la frustración de la lagartija gris. Gozar del paisaje –desde cualquier lugar donde uno viva hay algo hermoso para la contemplación– o la lectura, el aprendizaje, el conocimiento, los saberes, son herramientas en esa construcción.
Todo aquello que una persona puede lograr sin depender tanto de las circunstancias externas, sociales o económicas. Amarse es un escudo frente al agresor, al violento, a la pandilla, a la violación, al embarazo precoz. Es ese primer amor que quiere inculcar el Club de las colegialas el que crea una especie de barrera que actúa como fortaleza impugnable y ello explica por qué algunas personas son víctimas, como jóvenes o como adultos, y a otras nadie las toca.
La seguridad espiritual, ojalá fomentada desde el hogar y cada día, más allá de las distintas personalidades, es un escudo más seguro que los slogans, las marchas o los discursos contra los hombres o a favor del aborto.
Se suele difamar a la familia como algo obsoleto o incluso el escenario de los feminicidios o infanticidios y las estadísticas parecerían confirmar esa sospecha. Sin embargo, una familia unida, sólida y con libertad de pensamiento es seguramente el cobijo más caliente para combatir la violencia y la anomia social.
Trabajar con chicas preadolescentes las ayudará a defenderse, pero también a que esas mismas mujeres no sean mañana cómplices de parejas violentas o madres de violadores.